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Mons. Benjamín Castillo Plasencia, obispo de Celaya y Sra. Dolores Ramírez de Lemus, presidenta del DIF local,
momentos antes de la bendición de la Casa del Buen Samaritano, para migrantes, en la colonia Santa Teresita.

Eugenio Amézquita Velasco

Mons. Benjamín Castillo Plasencia, obispo de Celaya, inauguró este martes 19 de julio, la Casa del Buen Samaritano, bendiciendo las instalaciones de la misma y que servirá para atender a migrantes que de paso acuden a esta ciudad y que requieren de alimento y hospedaje por dos o tres días.

Acompañando al Pastor Diocesano, estuvieron presentes el Pbro. Pablo Figueroa, párroco de la Sagrada Familia y presidente diocesano de Cáritas; el Pbro. Artemio Patiño, párroco de Cristo Salvador, en la colonia Las Insurgentes; el Pbro. Rogelio Segundo Escobedo, rector del Templo de Tierras Negras y responsable de la Pastoral para Migrantes en la Diócesis de Celaya así como el Pbro. Manlio Nahúm Flores Martínez, párroco de San Antonio.

También, por parte de las autoridades municipales, estuvieron presentes la Sra. Dolores Ramírez Ibarra de Lemus, presidenta del DIF Celaya así como la directora general del mismo, Sarai Núñez Cerón.

Ubicación de la Casa del Buen Samaritano





El Padre Pablo Figueroa, resaltó, en su intervención, de la importancia de esta obra en el Año de la Misericordia, atendiendo al forastero, como lo enseña Cristo en su Evangelio, y donde la Iglesia Católica, a través de las aportaciones de sus fieles, parroquias y la diócesis, crearon esta Casa del Buen Samaritano, un centro humanitario, para dar de comer al migrante hambriento, de beber al migrante sediento y dar hospedaje al migrante forastero.

Se destacó que este trabajo se realizará con la colaboración desinteresada de los habitantes de la colonia Santa Teresita, asentamiento humilde pero trabajador al oriente de la ciudad de Celaya.

El Pbro. Patiño hizo las veces de maestro de ceremonias y dio el uso de la voz al Pbro. Segundo Escobedo, quien destacó que se iniciará un trabajo conjunto en favor de los migrantes.

Hicieron uso de la voz la Presidenta y Directora del DIF local quienes destacaron que se brindará el apoyo institucional a través de Cáritas, A.C., organismo de la Iglesia Católica para atender diversos aspectos de la Pastoral Social, como es en este caso, la Casa del Buen Samaritano.
Se precisó el apoyo para integrar un comedor comunitario que atenderá a niños así como otros servicios, donde se buscará aplicar las dotes artísticas de jóvenes graffiteros de la zona para crear obras con mensaje, tal y como el mismo Padre Rogelio Segundo explicó.

Luego, se procedió al rito de la bendición por parte de Mons. Castillo Plasencia, quien hizo una reflexión a la lectura realizada y dar paso a la bendición y aspersión del agua bendita en todos los espacios de esta Casa del Buen Samaritano, tanto capilla, como dormitorios para hombres y mujeres, zona de control y baños y sanitarios así como otras,y que se ubican en la esquina de las calles Tortolitas y Colibrí, de la colonia Santa Teresita.

Finalmente, los mismos vecinos de esta colonia ofrecieron un refrigerio a los asistentes además de música con el Mariacho Reyes de Celaya, que alegró el momento con su música.

Casa del Buen Samaritano, punto estratégico

La Casa del Buen Samaritano se encuentra a 100 metros de la vía del ferrocarril, del paso del tren, sitio que es comúnmente recorrido de migrantes de procedencia centroamericana y mexicana que van rumbo a los Estados Unidos, buscando el llamado "sueño americano".

La ciudad de Celaya es cruce de dos divisiones ferroviarias y es aquí donde precisamente confluyen los migrantes. Es común observar a centroamericanos recorriendo las calles en busca de la generosidad de los celayenses y esta casa vendrá a aliviar en mucho las penurias de quienes, siendo forasteros y extranjeros de paso y en condiciones difíciles, requieren de un punto de descanso en su peregrinar.






Por Mons. Benjamín Castillo Plasencia, obispo de Celaya

El 19 de marzo del presente año, en la Fiesta de San José, Su Santidad el Papa Francisco emite la Exhortación Postsinodal Amoris laetitia -La alegría del amor- donde plasma importantes conceptos resultado del Sínodo de los Obispos, y es importate tomar en consideración lo que el Sucesor de San Pedro nos preisa en este documento.
Nos expresa que "la alegría del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia. Como han indicado los Padres sinodales, a pesar de las numerosas señales de crisis del matrimonio, «el deseo de familia permanece vivo, especialmente entre los jóvenes, y esto motiva a la Iglesia». Como respuesta a ese anhelo «el anuncio cristiano relativo a la familia es verdaderamente una buena noticia»".

"El camino sinodal permitió poner sobre la mesa la situación de las familias en el mundo actual, ampliar nuestra mirada y reavivar nuestra conciencia sobre la importancia del matrimonio y la familia. Al mismo tiempo, la complejidad de los temas planteados nos mostró la necesidad de seguir profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales, morales, espirituales y pastorales. La reflexión de los pastores y teólogos, si es fiel a la Iglesia, honesta, realista y creativa, nos ayudará a encontrar mayor claridad. Los debates que se dan en los medios de comunicación o en publicaciones, y aun entre ministros de la Iglesia, van desde un deseo desenfrenado de cambiar todo sin suficiente reflexión o fundamentación, a la actitud de pretender resolver todo aplicando normativas generales o derivando conclusiones excesivas de algunas reflexiones teológicas".

"Recordando que el tiempo es superior al espacio, quiero reafirmar que no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales. Naturalmente, en la Iglesia es necesaria una unidad de doctrina y de praxis, pero ello no impide que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella. Esto sucederá hasta que el Espíritu nos lleve a la verdad completa, es decir, cuando nos introduzca perfectamente en el misterio de Cristo y podamos ver todo con su mirada. Además, en cada país o región se pueden buscar soluciones más inculturadas, atentas a las tradiciones y a los desafíos locales, porque «las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado»".

El Papa prosigue explicando que "de cualquier manera, debo decir que el camino sinodal ha contenido una gran belleza y ha brindado mucha luz. Agradezco tantos aportes que me han ayudado a contemplar los problemas de las familias del mundo en toda su amplitud. El conjunto de las intervenciones de los Padres, que escuché con constante atención, me ha parecido un precioso poliedro, conformado por muchas legítimas preocupaciones y por preguntas honestas y sinceras. Por ello consideré adecuado redactar una Exhortación apostólica postsinodal que recoja los aportes de los dos recientes Sínodos sobre la familia, agregando otras consideraciones que puedan orientar la reflexión, el diálogo o la praxis pastoral y, a la vez, ofrezcan aliento, estímulo y ayuda a las familias en su entrega y en sus dificultades".

Su Santidad pone de manifiesto que "esta Exhortación adquiere un sentido especial en el contexto de este Año Jubilar de la Misericordia. En primer lugar, porque la entiendo como una propuesta para las familias cristianas, que las estimule a valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la paciencia. En segundo lugar, porque procura alentar a todos para que sean signos de misericordia y cercanía allí donde la vida familiar no se realiza perfectamente o no se desarrolla con paz y gozo".

El Papa comienza el documento donde nos dice que iniciará "con una apertura inspirada en las Sagradas Escrituras" y que considerará "la situación actual de las familias en orden a mantener los pies en la tierra". Luego, algunas cuestiones elementales de la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia, para dar lugar así a los dos capítulos centrales, dedicados al amor. De ahí, algunos caminos pastorales que nos orientan a construir hogares sólidos y fecundos según el plan de Dios, y dedicaré un capítulo a la educación de los hijos. Así posteriormente, una invitación a la misericordia y al discernimiento pastoral ante situaciones que no responden plenamente a lo que el Señor nos propone, y por último plantea breves líneas de espiritualidad familiar.

El Sumo Pontifice nos dice que "debido a la riqueza de los dos años de reflexión que aportó el camino sinodal, esta Exhortación aborda, con diferentes estilos, muchos y variados temas. Eso explica su inevitable extensión". Por eso no recomienda una lectura general apresurada. Podrá ser mejor aprovechada, tanto por las familias como por los agentes de pastoral familiar, si la profundizan pacientemente parte por parte o si buscan en ella lo que puedan necesitar en cada circunstancia concreta. Es probable, por ejemplo, que los matrimonios se identifiquen más con los capítulos cuarto y quinto, que los agentes de pastoral tengan especial interés en el capítulo sexto, y que todos se vean muy interpelados por el capítulo octavo. Finaliza así el papa explicando, en la introducción del documento que "cada uno, a través de la lectura, se sienta llamado a cuidar con amor la vida de las familias, porque ellas «no son un problema, son principalmente una oportunidad»".



Eugenio Amézquita Velasco

COMONFORT, GTO.- El Pbro. Juan Galván Sánchez, párroco de la Parroquia San Francisco de Asís de este lugar, cumplió 25 años de vida sacerdotal, siendo celebrada una Santa Misa con la presencia de Mons. Benjamín Castillo Plasencia, obispo de Celaya, padres vicarios de la parroquia y cerca de 30 sacerdotes procedentes de diversos puntos de la diócesis.

La Santa Misa dio inicio con la procesión, para de inmediato manifestarse una salva de aplausos de parte de los fieles asistentes a este acto litúrgico de acción de gracias, destacándose la presencia de hermanos y sobrinos del sacerdote festejado.

El coro de la parroquia fue el encargado de armonizar la celebración, para pasar a la Liturgia de la Palabra; correspondió al padre Ricardo Rodríguez, ecónomo de la Santa Casa de Ejercicios de Atotonilco, de predicar, de una manera sentida y conmovedora que arrancó las lágrimas de más de uno de los presentes al recordar escenas de la vida de formación del padre Galván y los momentos sensibles de sus padres y de penas y sufrimientos transcurridos ya como sacerdote.



Luego de pasar a la Liturgia Eucarística, los sacerdotes impartieron la Sagrada Eucaristía y al final, el sacerdote festejado brindó el agradecimiento a los asistentes y la petición de perdón por los fallos cometidos durante su vida sacerdotal, entre los aplausos de los fieles asistentes.

Al término, se ofreció un convivio por parte de fieles de San Diego de la Unión, Dolores Hidalgo y Comonfort así como de Celaya, que asistieron a esta celebración, compartiendo el pan y la sal y amenizando este momento fraterno la música de los hermanos Aguascalientes, de San Miguel de Allende, como un regalo de los dolorenses para quien durante varios años fuera el rector del templo de la Tercera Orden en Dolores Hidalgo CIN, Gto.

Entre los asistentes se contó con la presencia también de varios párrocos así como del presidente de Comonfort, Beto Méndez y el Ing. José Luis Revilla, titular de Desarrolo Económico y Turístico del municipio de Comonfort.










Eugenio Amézquita Velasco

Mons. Benjamín Castillo Plasencia, obispo de Celaya, presidió la primera Santa Misa en el predio para la nueva Catedral de Celaya, señalando que debe ser signo de unidad y manifestación de la importancia del ser cristiano. Presente entre los asistentes a este acto litúrgico, el Ing. Ramón Lemus Muñoz Ledo, alcalde local acompañado por su esposa la Sra. Dolores Ramírez de Lemus, presidenta del DIF local.

El acto más importante en la vida delos católicos, se celebró de la manera más sencilla posible, debajo de un huizache, a campo abierto, en una mañana azul y despejada, cubriendo a los fieles una lona azul, habiéndose colocado sillas para los mismos asistentes, en medio de un pasto fresco y verde.

La mesa del altar, bien arreglada fue el marco para esta primera celebración, en donde Mons. Castillo Plasencia hizo una reflexión al Evangelio, donde Martha, la hermana de Lázaro y María, da más importancia a las labores diarias que la atención a Cristo, tal y como María lo manifestaba en su actuar y escucha al Maestro, quien, en palabras de Cristo, había escogido la mejor parte.

Luego, el Pastor Diocesano recordó la importancia del cristiano, señalando no solamente como cristianos a los católicos, sino a personas de otras denominaciones que han recibido el bautismo bajo la formula mandada por Jesucristo para bautizar.


Explicó que más que la obra material, la catedral es y será un signo de unidad, que será construida con recursos de los católicos, los cuales generosa y desinteresadamente ya están siendo aportados; habrá quien no pueda dar, otros aportarán por ellos; pero enfatizó que si semanalmente, en un razonamiento lógico y sencillo, todos los católicos de la diócesis aportan un peso a la semana, la obra podrá ser erigida rápidamente.

La Santa Misa estuvo concelebrada también, es decir, acompañando a celebrante principal, en este caso, Mons. Castillo Plasencia, por el Pbro. Daniel Huerta Ibáñez, vicario general de la Diócesis de Celaya, también el Pbro. Benjamín Jiménez Cruz, párroco de la Parroquia Virgen de los Pobres; Pbro. Mario Pérez Vélez, rector del Santuario de Guadalupe y Ecónomo de la Diócesis así como por Fray Flavio Chávez,OFM, guardián del templo de San Francisco.

El coro de este último templo, armonizó la Santa Misa siendo dirigido por los mismos Hermanos de la Orden de Frailes Menores.

El obispo celayense explico que cada mes, él será quien presida la Santa Misa en este predio y semana tras semana lo harán los sacerdotes pertenecientes a los decanatos de la ciudad episcopal

Rueda de prensa

Al final de la Santa Misa y al ser entrevistado, Mons. Castillo Plasencia reiteró que esta obra no es solamente de la ciudad de Celaya sino que es una obra que se erige para la diócesis y que comprende 11 municipios del estado de Guanajuato, siendo estos precisamente Celaya, Juventino Rosas, Comonfort, Villagrán, Cortazar, Apaseo el Alto, Apaseo el Grande, San Miguel de Allende, San Diego de la Unión, Dolores Hidalgo y San Luis de la Paz.

El obispo celayense fue interrogado sobre la violencia imperante, y destacó que no puede dejarse todo a las autoridades; la misma población debe colaborar y reconoció, a pregunta de El Sol del Bajío, que mucho tiene que hacerse en el hogar precisamente para evitar la delincuencia; expuso, como ejemplo, los robos al tren, donde muchas veces los mismos padres de familia llevan a sus hijos a esas acciones y esa es la enseñanza que se queda grabada en el corazón y en el alma de sus hijos, como si el robar fuese algo bueno, correcto, normal y natural.






En una entrevista exclusiva concedida por Mons. Benjamín Castillo Plasencia a El Sol del Bajío, invita a todos a participar en la primera Santa Misa a celebrarse este domingo 17 de julio de 2016, a las 10:00 horas, en el predio donde será construida la nueva Catedral de Celaya, anunciando además que esto se realizará mes tras mes, presidiendo el mismo Pastor Diocesano la celebración eucarística.

Así mismo, destacó que cada semana se efectuará la Santa Misa en dicho sitio, encargándose los decanatos de coordinar la Sagrada Eucaristía dominical en ese sitio.


Ubicación del predio donde se construirá la nueva Catedral de Celaya.




Por Mons. Benjamín Castillo Plasencia, obispo de Celaya

El documento Amoris laetitia nos habla de la importancia de la familia, del padre y de la madre. La Biblia está poblada de familias, de generaciones, de historias de amor y de crisis familiares, desde la primera página, donde entra en escena la familia de Adán y Eva con su peso de violencia pero también con la fuerza de la vida que continúa, hasta la última página donde aparecen las bodas de la Esposa y del Cordero. Las dos casas que Jesús describe, construidas sobre roca o sobre arena, son expresión simbólica de tantas situaciones familiares, creadas por las libertades de sus miembros, porque, como escribía el poeta, «toda casa es un candelabro». Entremos ahora en una de esas casas, guiados por el Salmista, a través de un canto que todavía hoy se proclama tanto en la liturgia nupcial judía como en la cristiana:

«¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos!
Del trabajo de tus manos comerás, serás dichoso, te irá bien.
Tu esposa, como parra fecunda, en medio de tu casa;
tus hijos como brotes de olivo, alrededor de tu mesa.
Esta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén,
todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!».

Tú y tu esposa

Atravesemos entonces el umbral de esta casa serena, con su familia sentada en torno a la mesa festiva. En el centro encontramos la pareja del padre y de la madre con toda su historia de amor. En ellos se realiza aquel designio primordial que Cristo mismo evoca con intensidad: «¿No habéis leído que el Creador en el principio los creó hombre y mujer?». Y se retoma el mandato del Génesis: «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne».

Los dos grandiosos primeros capítulos del Génesis nos ofrecen la representación de la pareja humana en su realidad fundamental. En ese texto inicial de la Biblia brillan algunas afirmaciones decisivas. La primera, citada sintéticamente por Jesús, declara: «Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó». Sorprendentemente, la «imagen de Dios» tiene como paralelo explicativo precisamente a la pareja «hombre y mujer». ¿Significa esto que Dios mismo es sexuado o que con él hay una compañera divina, como creían algunas religiones antiguas? Obviamente no, porque sabemos con cuánta claridad la Biblia rechazó como idolátricas estas creencias difundidas entre los cananeos de la Tierra Santa. Se preserva la trascendencia de Dios, pero, puesto que es al mismo tiempo el Creador, la fecundidad de la pareja humana es «imagen» viva y eficaz, signo visible del acto creador.

La pareja que ama y genera la vida es la verdadera «escultura» viviente —no aquella de piedra u oro que el Decálogo prohíbe—, capaz de manifestar al Dios creador y salvador. Por eso el amor fecundo llega a ser el símbolo de las realidades íntimas de Dios. A esto se debe el que la narración del Génesis, siguiendo la llamada «tradición sacerdotal», esté atravesada por varias secuencias genealógicas, porque la capacidad de generar de la pareja humana es el camino por el cual se desarrolla la historia de la salvación. Bajo esta luz, la relación fecunda de la pareja se vuelve una imagen para descubrir y describir el misterio de Dios, fundamental en la visión cristiana de la Trinidad que contempla en Dios al Padre, al Hijo y al Espíritu de amor. El Dios Trinidad es comunión de amor, y la familia es su reflejo viviente. Nos iluminan las palabras de san Juan Pablo II: «Nuestro Dios, en su misterio más íntimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el amor. Este amor, en la familia divina, es el Espíritu Santo». La familia no es pues algo ajeno a la misma esencia divina. Este aspecto trinitario de la pareja tiene una nueva representación en la teología paulina cuando el Apóstol la relaciona con el «misterio» de la unión entre Cristo y la Iglesia.

Pero Jesús, en su reflexión sobre el matrimonio, nos remite a otra página del Génesis, el capítulo 2, donde aparece un admirable retrato de la pareja con detalles luminosos. Elijamos sólo dos. El primero es la inquietud del varón que busca «una ayuda recíproca», capaz de resolver esa soledad que le perturba y que no es aplacada por la cercanía de los animales y de todo lo creado. La expresión original hebrea nos remite a una relación directa, casi «frontal» —los ojos en los ojos— en un diálogo también tácito, porque en el amor los silencios suelen ser más elocuentes que las palabras. Es el encuentro con un rostro, con un «tú» que refleja el amor divino y es «el comienzo de la fortuna, una ayuda semejante a él y una columna de apoyo», como dice un sabio bíblico. O bien, como exclamará la mujer del Cantar de los Cantares en una estupenda profesión de amor y de donación en la reciprocidad: «Mi amado es mío y yo suya [...] Yo soy para mi amado y mi amado es para mí».

De este encuentro, que sana la soledad, surgen la generación y la familia. Este es el segundo detalle que podemos destacar: Adán, que es también el hombre de todos los tiempos y de todas las regiones de nuestro planeta, junto con su mujer, da origen a una nueva familia, como repite Jesús citando el Génesis: «Se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne». El verbo «unirse» en el original hebreo indica una estrecha sintonía, una adhesión física e interior, hasta el punto que se utiliza para describir la unión con Dios: «Mi alma está unida a ti», canta el orante. Se evoca así la unión matrimonial no solamente en su dimensión sexual y corpórea sino también en su donación voluntaria de amor. El fruto de esta unión es «ser una sola carne», sea en el abrazo físico, sea en la unión de los corazones y de las vidas y, quizás, en el hijo que nacerá de los dos, el cual llevará en sí, uniéndolas no sólo genéticamente sino también espiritualmente, las dos «carnes».

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