Se trata del sacerdote Agustín Patiño de la Parroquia del Refugio, en el poblado de Briseñas de Matamoros. En estos momentos se debate entre la vida y la muerte en un hospital de Uruapan, después de haber sido apuñalado hasta en quince ocasiones por los ladrones que intentaron robarlo.
Según las primeras averiguaciones de la policía local, los ladrones penetraron en la casa curial de la parroquia del Refugio la tarde del 28 de julio, con intención de robar las pertenencias y los objetos ahí guardados.
El padre los descubrió y al tratar de detenerlos lo agredieron y lo apuñalaron hasta en quince ocasiones.
Acto seguido, los delincuentes robaron el dinero de la limosna de los fieles, algunos objetos de valor y objetos de culto, huyendo sin que nadie tenga, hasta el momento, alguna pista para dar con ellos.
Como de ordinario sucede en 95 de cada cien agresiones que sufre la Iglesia católica en México, este atentado en contra de la vida del padre Patiño puede quedar impune. Michoacán, desde principios de la década se ha convertido, para muchos estudiosos y para algunos obispos, como el fallecido obispo de Apatzingán, Miguel Patiño, en un «Estado fallido».
Tras el asalto, un grupo de fieles cercanos a la parroquia del Refugio se dieron a la tarea de auxiliar al padre Patiño quien yacía con un hálito de vida en el sitio donde fue apuñalado.
Un grupo de paramédicos de Briseñas lo atendió y lo llevó en ambulancia al hospital Fray Juan de San Miguel en la cercana ciudad de Uruapan, donde hacía un par de meses el mismo sacerdote había dejado de ser vicario en la parroquia de San Francisco.
El acontecimiento es investigado por el personal de la Fiscalía General del Estado y se espera que con las pesquisas realizadas se pueda dar con el paradero de los agresores del padre, indicaron contactos policiacos al periódico La Voz de Michoacán.
La Autoridad de Antigüedades de Israel, junto con el Colegio Académico Kinneret, llevó a cabo la excavación que condujo al descubrimiento de la iglesia en la aldea de Kfar Kama, en la Baja Galilea, informó The Algemeiner.
La arqueóloga jefe Nurit Feig explica: “La iglesia, que mide 12 × 36 [metros], incluye un gran patio, un vestíbulo o nártex y una sala central. Característico de esta iglesia es la existencia de tres ábsides (nichos de oración), mientras que la mayoría de las iglesias se caracterizan por tener un solo ábside”, según el informe.
Los investigadores creen que la iglesia era parte de un monasterio que se construyó en las afueras del pueblo.
Desde principios de la era bizantina, el sitio ha sido sagrado para los cristianos, quienes creen que es el lugar de la Transfiguración de Jesús, descrito en las Escrituras. En Marcos, Mateo y Lucas, Jesús lleva a Pedro, Santiago y Juan a una montaña alta donde se transfigura en una luz radiante, signo de su gloria.
Según el Times of Israel, la cerámica encontrada en el sitio indica que la iglesia fue construida en el siglo VI, durante un «auge de la construcción» de iglesias en Galilea.
Durante la excavación, los arqueólogos descubrieron coloridos mosaicos de suelo, en patrones geométricos, con azulejos geométricos rojos y azules. También se desenterró el relicario de un santo, pero hasta ahora los investigadores no han podido determinar a qué santo pertenecían los huesos que contenía la pequeña caja de piedra encontrada en el lugar.
La excavación es parte de un proyecto de investigación arqueológica sobre iglesias en Tierra Santa y el este del Mediterráneo, que está siendo financiado por la Fundación de Ciencias de Israel.
La pareja lleva años casada y este fue uno de los miles de platos que han compartido a lo largo de toda su vida.
Pero no habían imaginado la sorpresa que les iba a llegar servida en bandeja. En el interior de una de las almejas apareció una perla negra.
Fue Joaquín quien se la iba a llevar a la boca y creyó primero que era una impureza. Él, que no había preparado ningún regalo para su esposa, se vio sorprendido entonces por una joya de gran valor que providencialmente le había llegado al plato.
Para la pareja resultó divertido el suceso. Comentaron que no sabían qué precio puede tener en el mercado una perla negra, pero no la piensan vender.
Noemí explicó que quiere engarzarla y llevarla. Un regalo de aniversario así no se recibe todos los días.
Una perla negra tiene un valor de mercado de más de 600 euros, y dependiendo de aspectos como sus impurezas, su tamaño y su brillo, puede alcanzar una cifra muy superior.
«No sabía que de una almeja también pudiera salir una perla», comentó Noemí a la agencia Atlas.
La aparición de una perla preciosa es un tema que aparece en el Evangelio. En Mateo 13, 45, se lee:
«El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra».
Seguramente la perla negra les recordó a Joaquín y a Noemí el incalculable valor que tiene su matrimonio.
En efecto, Pablo (aunque podría haber sido María) ha tenido una aventura extraconyugal que su esposa acaba de descubrir.
Han analizado el suceso, comprendido mejor la secuencia mortífera de acontecimientos para su pareja y han decidido enderezar el barco, cada uno por su lado.
Se han pedido perdón, pero se hieren con recuerdos de la ofensa que reviven en arrebatos de cólera. Y esto les impide retomar serenamente su compromiso matrimonial y superar esta afrenta.
¿Qué es perdonarse? ¿Sería el olvido voluntario de la traición, del daño y de la amargura que suscita la ofensa? La reacción airada es justa, pero a menudo degenera en un deseo de venganza y destrucción.
La herida a veces es muy penetrante ante lo que la víctima considera una injusticia: “No merecía esto”.
El o la que ha provocado esta ofensa está en deuda con respecto al ofendido u ofendida. Perdonar no es borrar la herida de la ofensa, sino su deuda.
Para lograr perdonar, hace falta entrenamiento, lo cual requiere esfuerzo y tenacidad. Eso permitirá, afrontando nuestros propios límites y aceptándolos, abrirnos a la compasión ante los límites de los demás.
En lo que refiere a la herida, todavía hará falta tiempo para que el dolor se mitigue… En cuanto a la cicatriz, permanecerá para siempre.
Jesucristo porta para la eternidad los estigmas de nuestras infidelidades. Sin embargo, él nos ha liberado de nuestras deudas para poder dar testimonio solo de su amor, hasta el final, demostrando que no hay mayor prueba de amor que volver a dar todo su amor al infiel.
Así que, no olvidemos que, cada día, al recitar la oración que hemos recibido del Señor, nos dirigimos al Padre atreviéndonos a decir: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores” (traducción literal del griego del Evangelio según san Mateo 6,12).
Y después de suplicar así a Dios nuestro Padre, ¿no perdonaremos su deuda, por gigantesca que sea, al elegido o elegida de nuestro corazón?
Cuando viene el momento del perdón a pesar del sufrimiento, a menudo sucede algún fenómeno que reaviva el dolor y perturba el camino de regreso hacia el otro.
Se trata de acontecimientos –reencuentros, imágenes, conversaciones– que vuelven a sumergir a los cónyuges en el recuerdo de los acontecimientos de la discordia.
¡Y si las personas machacan esos pensamientos mórbidos, se arriesgan mucho a convertirlos en estatuas de sal! El futuro constructivo necesita que no nos regodeemos mirando atrás.
Si Louise encuentra dificultades para salir de esos pensamientos incontrolables, será necesario buscar ayuda de profesionales competentes. Y Paul deberá aceptar que ese trabajo de curación requiere tiempo.
Antes de que puedan decir junto con Jeremías (31,34): “No me acordaré más de su pecado”.
Da la sensación de que es un año entre paréntesis, en el que nuestra vida se paralizó. El golpe personal y económico es generalizado.
Es difícil poner en marcha nuevos proyectos, tanto en el plano personal como en el familiar, social o profesional, porque vemos que hay dificultades que lo impiden: el riesgo de contagio, la inexistencia de una vacuna contra el coronavirus,…
En muchos países, hay una lógica obligación de mantener distancia de seguridad entre personas y las medidas sanitarias han cambiado drásticamente nuestro modo de relacionarnos con los demás.
Esto hace que sea difícil pensar en emprender algo, en cualquier aspecto de la vida, desde el noviazgo hasta la puesta en marcha de un negocio.
¿Habremos perdido este año de nuestra vida? ¿Será el 2020 un año sin valor o, lo que es peor, con balance negativo?
No tiene por qué ser así.
La eficacia de este año dependerá del sentido que demos a nuestra vida.
Para alguien que solo piensa en «mi tiempo», solo para mí y para mi beneficio, efectivamente estar en una situación en que es difícil -por no decir imposible- hacer lo que más nos apetecería, lleva a pensar que este será un año negativo.
Lo mismo ocurre si nuestra meta en la vida es algo material (dinero o placeres de los sentidos, por ejemplo).
También es un año decepcionante para los que solo buscan la gloria profesional o la ambición desmedida: los que tienen profesionalitis, que es una «inflamación» de la profesión como fin último de la vida.
Da a tu vida un sentido trascendente: pregúntate por qué y por quién haces las cosas. Vivir por la familia y por hacer el bien a los demás ya es un gran paso, pero la situación de pandemia nos coloca a todos en la tesitura de pensar a fondo qué sentido damos a nuestra vida. Es el momento, si somos creyentes, de plantear qué lugar damos a Dios en nuestro caminar.
Cuando uno cree en Dios de verdad, confía en Él y ve el tiempo como un don. También el 2020 es un regalo que deberé saber manejar. La fe lo cambia todo: el enfoque que damos a nuestro trabajo, a nuestro amor, a nuestra salud…
Los clásicos hablaban de la brevedad del tiempo como un lamento. Es una queja fruto de la condición humana, que ve que el tiempo se esfuma: tempus fugit, el tiempo huye, se escapa, no podemos detenerlo.
Pero San Pablo le da la vuelta a este tópico: Tempus breve est!, ¡el tiempo es breve!, dice en la carta a los Corintios, para animarles a aprovechar el tiempo y a darle sentido de eternidad.
San Josemaría también invita a reflexionar: «El tiempo es un tesoro que se va, que se escapa, que discurre por nuestras manos como el agua por las peñas altas. Ayer pasó, y el hoy está pasando. Mañana será pronto otro ayer. La duración de una vida es muy corta. Pero, ¡cuánto puede realizarse en este pequeño espacio, por amor de Dios!».
No importa que sea mucho o poco, lo importante siempre es saber qué hacemos con el tiempo de que dispongamos.
Nunca un año será «un año perdido» si nosotros damos valor de eternidad a cada minuto de nuestra vida.
Tal vez este 2020 sea menos movido y más costoso. Pero es un tiempo del que disponemos también para hacer cosas grandes si nuestro horizonte está en lo que de verdad importa. Mafalda tiene una frase sensacional:
«El tiempo es oro. ¿Por qué no perdemos el suyo?»
Y esto sirve también para tiempos de pandemia.
Nuestra perspectiva sobre el año del coronavirus puede cambiar si recordamos algo esencial: la vida es un tiempo para amar.
La historia de muchos santos lo confirma: para ellos, toda alma es sensible a la belleza de la música sacra. No faltan los ejemplos entre quienes consideraron la música como un auténtico camino hacia la santidad.
Aleteia te propone descubrir a estos hombres y mujeres apasionados por la música y tan inspiradores para todos nosotros:
El que no ama se seca como una planta que no recibe agua. Dice la Biblia:
«Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien».
Al que ama a Dios todo le sirve para un bien en su vida. Es curioso. ¿Será siempre así? Quizás el amor a Dios, el amor de Dios, cambia la mirada.
Es como el amor humano de una madre que sostiene al hijo en la adversidad. O el amor del cónyuge que mantiene con esperanza al que ha sido condenado a la muerte.
El amor recibido, el amor dado, sostiene mi ánimo. Y el mal se torna en un bien tangible. ¿Cómo puede ser eso? La mirada del amor cambia mi propia mirada.
¿Vale todo amor humano? No lo sé. Puede que haya amores que no me dan paz y me dejan un gusto amargo como decía el padre José Kentenich:
«Todo amor que no sea de alguna manera amor a Dios deja tras de sí un sabor amargo. Deja el alma interiormente insípida y vacía. En modo alguno da respuesta a la tendencia innata del alma hacia el infinito, hacia el amor infinito. Tal respuesta sólo puede esperarse en cuanto y en la medida en que el amor humano sea amor a Dios, en cuanto y en la medida en que el amor al tú divino y humano confluyan en un único torrente«[1].
Un único torrente que une mi amor a Dios y mi amor a esa persona que me ama, a la que amo. Mi amor humano me lleva con la fuerza del viento a lo más alto de mi vida, a lo más sagrado. Amo en el otro a Cristo.
Es lo que espero y sueño. Que al amar a alguien o al ser amado en la misma o mayor medida, sienta que en ese amor está Dios bendiciendo lo que amo, acariciando mi entrega, validando mi sí torpe y a menudo mezquino.
Miro la calidad de mis amores. Miro la hondura de mis raíces. Miro la altura de mi mirada. Más alto, más lejos, más dentro.
Sueño con ese amor humano en el que confluye el amor a Dios. Sueño con un abrazo de carne que me hable del abrazo de Dios.
Con una palabra torpe, con los límites que tienen las palabras, que me evoque esa palabra de Dios que atraviesa con su ímpetu el alma.
Aquí algunas frases inspiradoras de algunos expertos sobre el amor:
En los últimos tiempos, la prensa internacional ha puesto su atención en los jesuitas, como se le conoce a sus miembros, debido a que Jorge Mario Bergoglio es el primer jesuita en la historia en llegar a ser pontífice de Santa Romana Iglesia; además es el primer Papa religioso después de 182 años.
Al respecto, un dato curioso es que 16 de marzo de 2013, cuando el papa Francisco recibió en audiencia a un grupo de periodistas, contó la anécdota irónica de que después del cónclave que le eligió, un cardenal le propuso de llamarse Clemente XV “para vengarse de Clemente XIV, que había suprimido la Compañía de Jesús”.
Los jesuitas estuvieron dispersos durante cuarenta y un años. La orden fue restablecida por Pío VII el 7 de agosto de 1814.
Los religiosos sobrevivieron a la supresión de su Orden escondidos en Prusia y Rusia (y los últimos años en Italia) para luego volver a “renacer”.
La Compañía, desde la expulsión y la reconstitución, pasa por periodos, dados por la expulsión de la orden de España y sus colonias establecidas por Carlos III en 1773 y la restauración en 1814.
La misión es la esencia del orden de los jesuitas. “Amar y servir” es su lema, que les reconoce como educadores, intelectuales y fundadores de escuelas.
Cuando nace la Compañía de Jesús (1540) ya se han descubierto los cinco continentes, así que siguiendo el ejemplo de los apóstoles, ellos se lanzan en las tierras de misión que en ese período coinciden con las colonias del imperio portugués y español.
Son misioneros enviados donde quiera el Papa. Especies raras de su tiempo, religiosos sin coro, ni claustro, misionando por el mundo.
El papa Clemente XIV, en 1773 suprimió la Compañía en todo el mundo, decisión fuertemente apoyada por las grandes potencias europeas.
Los jesuitas aceptaron la decisión del Papa sin oponerse. El General del Orden en esa época, Lorenzo Ricci, fue hecho prisionero en el Castillo de Sant Angelo hasta su muerte en 1775. Hasta ese año había cerca de 23.000 jesuitas, dirigiendo 700 colegios.
Hay varias causas que llevaron a la supresión. Los jesuitas tenían privilegios. No pagaban diezmos, tenían problemas con los obispos y otras ordenes religiosas de la época. La cercanía con el poder. La autonomía que les había dado el Papa hasta la supresión y la adaptación cultural extraordinaria en las misiones.
En este sentido, lo más controvertido para sus adversarios fueron los llamados ritos chinos y malabares (India), prohibidos por Roma. Los protestantes no les querían por su férrea defensa de la doctrina católica.
La Compañía de Jesús fue restaurada por el papa Pío VII en su regreso a Roma en el contexto de las restauraciones políticas post-revolucionarias.
Otra curiosidad es que dos gobernantes no católicos protegieron y acogieron a los jesuitas en esos años, Federico II de Prusia y la zarina Catalina II de Rusia. Ellos no quisieron prescindir del servicio formativo de estos religiosos en sus tierras.
Los jesuitas han pasado por momentos difíciles y a veces por relaciones conflictivas con el Vaticano; la orden conserva un voto particular, el ‘cuarto’, el de la obediencia al papado.
La historia de los jesuitas tiene varios hitos, como su misión en América Latina y las primeras semillas de evangelización en Asia.
Para citar dos personajes claves de su historia, Francisco Javier, miembro fundador de la Orden, fue el primer religioso en llegar a Japón en 1549, y Matteo Ricci abrió una ventana para la evangelización de Oriente, en China desde 1582, y las secuelas de su obra se extendieron a distancia seguidas por los laicos que llevaron la fe católica a Corea al final del siglo XVI.
A pesar de las pasiones y odios hacía la Compañía de Jesús, la orden actualmente sigue su camino en 127 países, con casi 20.000 religiosos y una edad promedio de 55 años. Esa edad media refleja, asimismo, un envejecimiento creciente.
Los jesuitas han sido objeto de conflictos por su abrazo incondicional al Concilio Vaticano II, que luego ha sido leído ideológicamente por sus enemigos como una cercanía al comunismo.
En tiempos modernos los jesuitas han pagado los ‘platos rotos’ de su fidelidad al evangelio con la disminución de sus vocaciones y el aumento del numero de jesuitas ancianos.
Pedro Arrupe, propósito general de los jesuitas desde 1965 a 1983 tuvo la difícil tarea de guiar la Compañía y pacificar las relaciones con los papas Pablo VI y Juan Pablo II en respuesta a la adhesión apasionada de la Orden al Concilio Vaticano II y la defensa de los pobres ‘sospechosa’ de armonizar con el marxismo.
El compromiso social de los jesuitas en América Latina les llevó a la persecución, la excarcelación y al asesinato. Como ha sido el caso de Ignacio Ellacuría en el Salvador en 1989.
Los jesuitas son enviados a las fronteras de la soledad y la exclusión social moderna. Según indica la Congregación general de 2008 [1], en este nuevo mundo ellos se proponen “construir un futuro en solidaridad”.
Su preocupación es por los “marginados y excluidos”. Ante la globalización y los mercados internacionales, se empeñan en proteger las identidades locales y particulares de las comunidades locales.
Fieles a su misión inicial buscan servir en la “fe, promover la justicia y dialogar con la cultura y otras religiones” a la “luz del mandato apostólico de establecer relaciones justa con Dios, con los demás, y con la creación”.
Para más información sobre los Jesuitas y su supresión:
Compañía española: www.jesuitas.es
Universidad de Alicante: http://www.cervantesvirtual.com/portales/expulsion_jesuitas
Blog con documentos sobre la supresión: http://blogs.ua.es/eltiempodelosmodernos/expulsion‐y‐exilio‐de‐los‐jesuitas/
Jesuitas en Roma: información periódica en http://www.sjweb.info/arsi
Programa del Convenio organizado por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.
http://www.unigre.it/Univ/eventi/documenti_14_15/140930_PUG_ricostituzione_programma_sp.pdf
[1 – Congregación General 35 de la Compañía de Jesús, 2008, Decreto 3]
En un contexto así las palabras juegan un rol fundamental.
La adolescencia es una etapa de la vida en la que los seres humanos necesitamos palabras de afirmación. Pero muchas veces, por el mismo cambio, paradójicamente los adultos tendemos a ser más duros con ellos para controlarlos o porque queremos que nos hagan caso.
Para un joven escuchar palabras llenas de condena o negatividad, puede ser devastador en algunos casos y en otros simplemente generar más rechazo.
Aunque no todo sea “color de rosas”, uno de nuestros objetivos como padres es tener presente el regarles el alma con palabras que los afirmen y los hagan crecer en una etapa que es crucial para ellos.
Recuerda que alentarlo es importante. Sorpréndelo poniéndole una nota recordatoria con palabras alentadoras en la caja de cereal que verá en la mañana, en la puerta del refrigerador, debajo de su plato al sentarse en la mesa a la hora de la comida, dentro de su libro favorito o sobre su cama para que la encuentre antes de acostarse.
Una buena idea es copiar o recortar citas inspiradoras que encuentres en publicaciones o revistas y añadir una nota que diga “esto me recuerda a ti”.
También pueden funcionar muy bien frases extraídas de letras de canciones de sus bandas favoritas que reflejen algo bueno y bonito. Cada vez que las escuche, las palabras le llegarán de modo más directo y personal.
Seguramente tu hijo tenga algo en mente sobre lo que le gusta o quisiera hacer. Conversa acerca de una meta a corto plazo que le gustaría lograr y anímalo con palabras que lo motiven para que la explore más a fondo.
Pregúntale qué quiere hacer después de sus estudios y ayúdale con palabras para ir descubriendo un camino para alcanzarlo.
Todos hacemos cosas que están bien. Hazte el hábito de mencionar algo específico que has observado y que destaca de sus logros. Busca esas acciones nobles y recompénsalas con elogios verbales.
Tu hijo se sentirá valorado al agradecerle por algo que haya hecho sin que se lo hayas pedido o reconocerle un esfuerzo por haber terminado con un trabajo a tiempo.
Algo que puedes hacer cuando pienses en algo bueno sobre tu hijo -como una cualidad, un don, una habilidad que tenga, una buena conducta, una elección altruista o una buena decisión que haya tomado- es escribirla y ponerla en un frasco donde puedas conservar estas notas para leerlas con tu hijo luego cuando sea un momento oportuno.
Mantén en tu móvil fotos actuales de tu hijo adolescente de las que puedas hablar con tus amigos, sobre todo cuando tu hijo esté cerca y escuche.
Muestra con palabras tu aprecio también ante sus otros hermanos mayores o menores y el resto de la familia en general cuando haya actuado bien o logrado algo por pequeño que eso sea.
Coloca sus trofeos, sus mejores escritos escolares y otros trabajos excelentes en áreas que reconoces importantes para ti como tu cuarto o tu lugar de trabajo.
También puedes armar y conservar un álbum especial o tomar una obra de arte favorita o nota especial de tu hijo para enmarcarlo de manera profesional y colgarla en la casa o en la oficina.
Si tienes dones artísticos, escríbele una carta o un poema que muestre lo mucho que lo amas.
Podemos escribirle mensajes al móvil durante el día sobre muchas cosas, pero también envíale un mensaje cuando pienses en él solo para decirle “te amo”. Aun cuando no recibas respuesta, percibirá que te preocupas y que le importas de verdad.
Cuando tu hijo cometa un error tratando de hacer algo útil, en vez de regañarlo o corregirlo de inmediato queriéndolo ayudar, usa primero palabras para reconocerle que sabías sobre sus buenas intenciones.
Recompensa el esfuerzo realizado en vez de enfocarte en señalar las imperfecciones. Puntualizar solo en los fallos a veces no deja ver las acciones positivas.
Es importante que tu hijo escuche que lo aceptas aun cuando no apruebes su conducta. Antes de presentarle una declaración sobre lo que quieres que haga o no debería hacer, encabeza el mensaje con una frase como “te amo mucho y te amaré aun si no sigues mi consejo, pero como te amo, tengo que aconsejarte”.
Si tienes que pasar un tiempo separado de tu hijo por razones laborales o personales, puedes usar tu creatividad y dejarle una serie de cartas o notas para cada día que estés lejos.
Estas palabras serán un apoyo emocional importante y le recordarán que a pesar de la distancia, él y la relación que tienen siguen siendo algo valioso para ti.
Cuando tu hijo adolescente tenga un día difícil o notes que se sienta deprimido, algo muy frecuente en esa etapa, dale tres razones concretas por las que te sientes orgulloso de él.
En momentos en los que está luchando con pensamientos oscuros, puedes traer con tus palabras las primeras luces para cambiar el enfoque y hacer una diferencia en su día.
Pero hoy sabemos que lo somos, no sólo porque hace más de 120 años de consagración de nuestra nación al Santísimo Sacramento, sino porque la bendición mariana se ha derramado sobre Venezuela, el país más mariano del continente.
Cada región tiene su advocación milagrosa. Cada mañana se escuchan las palabras de las madres al despedir a sus hijos: “Que Dios te lleve y la Virgen te traiga”. Y cada vez que pedimos por un favor, advertimos: “Si Dios quiere, y la Virgen”. La Virgen es parte del día a día de los venezolanos, de la identidad y del más profundo afecto.
Se le venera, de manera emblemática, en 11 templos a lo largo y ancho del país que la gente suele recorrer de manera constante, especialmente en días santos o feriados. Son muchas las edificaciones eclesiásticas que vale la pena visitar a lo largo y ancho del país, muchos de estos templos son monumentos arquitectónicos y patrimoniales dada su importancia en la historia y cultura de una zona.
En Venezuela son muchas las edificaciones religiosas que fueron construidas durante la época de la conquista española y posterior a la época colonial, templos de imponente arquitectura que no sólo son visitados por los devotos de la fe católica sino que reciben a muchos viajeros que desean admirar los diferentes estilos de construcción como el barroco, neoclásico y moderno.
Hakuna “no es nada”. Es un grupo, una forma de vivir, una forma de “seguir a Cristo de una forma muy normal, con mucha ilusión y con mucho amor”.
María, Pepe, Pilar y Pepe son jóvenes, estudiantes de ingenierías, ADE, medicina… y en pleno julio, en vez de estar en la playa, de viaje por Italia o tomando copas en sus garitos favoritos, están con su ‘grupo religioso’ en lo que llaman un ‘compartiriado’.
El plan es parecido. Las copas y la fiesta sigue igual de presente, pero con la diferencia de que quieren poner a Dios en el centro. No solo en la ‘farra’ obviamente: cada día hacen una hora santa adorando y cantando a Dios en la hostia -llama la atención que utilizan el término sin pudor-.
Los términos con los que se refieren al proyecto en el que participan -si se puede llamar así- son nuevos: tienen ahora mismo cuatro ‘rallys’ por España.
Uno en el norte, otro en Cataluña, en el mediterráneo y ahora en todo el sur que es desde donde me cuentan su experiencia.
En todos estos lugares hay 300 jóvenes -de Barcelona, Bilbao, Madrid…- ’compartiriando’, adorando a “la Hostia” y “queriéndose”. No lo llaman voluntariado ni misión. Ellos hacen ‘compartiriado’.
“Cuando haces una labor social de este tipo, aprendes mucho más de lo que das. Por eso comparto lo que yo tengo, tengo tiempo y la otra persona me comparte su experiencia de vida, su hogar… Es un dar y recibir. Entonces, compartimos”.
Pasan sed, duermen en el suelo, comen tarde… ‘problemas’ a los que no están acostumbrados, pero que a sus 18, 21 o 23 años en un país primermundista como España, hacen que estos días sean toda una experiencia.
“Te das cuenta de lo poco que necesitas para ser feliz”. Es una mezcla de sentimientos. En el fondo, están de vacaciones.
Es un viaje, con gente joven, celebran fiestas, pasan por muchas ciudades españolas… Pero “todos los días tenemos misa y hora santa y el centro es la Eucaristía. Y de eso nace un poder que nos transforma”.
Pero detrás de la juventud y de la alegría y las aficiones propias de su edad, hay algo más profundo: “No sabes la cantidad de gente que viene sin fe o con una fe más fría por lo que sea; viene gente muy variada, pero todo el mundo está muy a gusto. Es impresionante cómo se transmite esta fiesta en donde la gente se lo pasa bien. La gente que nunca ha conocido a Dios, que no sabe nada, ve lo que se genera y ve a Dios, se empapa”.
Además este año es especial. Una pandemia mundial ha hecho que estos ‘compartiriados’ no se hayan dado en La India, Colombia o Albania.
Pero para no perderse esta experiencia, han decidido hacer lo mismo en su propio país. “Porque no hace falta irse lejos para servir. Hemos seguido todos los protocolos y hemos estado muy protegidos”.
“Otros veranos este ‘compartiriado’ era más personal. Este año por el coronavirus ha sido más físico. Por ejemplo, ir a un convento de una diócesis y ayudar a pintarlo, limpiarlo, pintar colegios,… Ha sido aprender todo esto, dar y recibir pero de otra forma. Descubres otra forma de crecer sirviendo a los demás”.
Dios está en todas partes. Hasta aquí, todos lo sabíamos. “En la fiesta, en la hora santa… tenemos una canción -porque cantan y mucho- que se llama ‘Buscaré tu rostro Señor’. Y eso es lo que queremos, encontrarnos con Él en cada momento del día”.
Este verano, mientras participan de este ‘compartiriado’, por ejemplo asistieron a un comedor social.
“Ahí nos contaban cómo de duro ha sido esto del COVID 19. El día que estuvimos echando una mano, dieron de comer a 1.300 personas. Eran voluntarios, que no cobraban nada, y gracias a ellos 1.300 personas estaban comiendo».
«Pensamos que no somos nadie para cambiar el mundo, puede parecer que solo somos una gota en el mar, pero como decía la Madre Teresa, el mar sería menos sin esa gota. Me impresionó el cariño que ponían en cada cazo de garbanzos que servían”.
El grupo Hakuna trabaja “codo con codo con las iglesias locales. Nos ha impresionado el cariño con el que nos han recibido sacerdotes de todas diócesis. Cómo se han volcado para ayudarnos».
«Esa experiencia de Iglesia también ha sido muy fuerte y muy enriquecedora. Ellos conocen sus diócesis mejor que nadie y nos han ayudado mucho”.
Y luego está… la Música.
“Es nuestra pata. Es un lenguaje universal”. Hakuna hace música. Y con eso se han hecho conocidos en el mundo entero.
Para acompañar sus ‘horas santas’ -su adoración frente al Santísimo- han creado su propio estilo de música religiosa. Canciones que acumulan escuchas en las redes sociales y que se tocan en miles de parroquias.
“Es música con la que el objetivo es rezar y alabar a Dios. Cantando aprendemos a rezar. Yo he aprendido a rezar cantando”.
Nació hace 400 años, el 21 de julio de 1620, en La Flèche. Los detalles de su juventud son escasos. Sin embargo, sabemos que su padre probablemente era un librero local.
Otro detalle bien conocido es que el joven Picard estudió en el Collège Royal Henry-Le-Grand, que en ese momento era una escuela jesuita (más tarde se convirtió en una escuela militar).
Después de la graduación, Picard fue a París. Allí, se convirtió en un protegido de Pierre Gassendi (que era sacerdote y astrónomo) y se desempeñó como asistente de sus observaciones sobre eclipses lunares. Algunas fuentes informan que Picard terminó reemplazando a Gassendi en el puesto de profesor de astronomía en el Collège de France.
Ordenado en 1650, Picard serviría como sacerdote en la antigua provincia de Anjou (oeste de Francia). También continuó sus actividades científicas y adquirió una reputación lo suficientemente sólida como para ser presentado a la Academia de Ciencias de Francia solo un año después de su formación en 1666.
Sin embargo, el mayor logro de Picard se produjo cuando la Academia lo nombró para medir la longitud de un grado de latitud (que se extiende desde París hasta Sourdon, cerca de la ciudad de Amiens).
Con cuidadosa atención al detalle, Picard pasó dos años en esta tarea. Utilizando métodos y herramientas de triangulación matemática especialmente diseñados y equipados con tornillos micrométricos, pudo llegar al resultado de que un grado de latitud era equivalente a 110.66 km. Este número llevaría a la conclusión de que el radio polar de la Tierra es de 6.328 km, una diferencia de menos de la mitad del 1% del número real que ahora conocemos (6.357 km).
Al determinar el radio, pudo usar la fórmula confiable (C = 2πR) para calcular la circunferencia.
Los resultados del gran proyecto de Picard se publicaron en 1671. Poco después de que apareciera este trabajo, pasó gran parte de su tiempo en el observatorio astronómico de París. Entre sus colaboradores estaba el astrónomo danés Ole Romer, quien realizó importantes trabajos iniciales sobre la velocidad de la luz.
Considerada una de las principales mentes científicas de su tiempo, Picard mantuvo correspondencia con otros científicos, incluido Isaac Newton. El polímato inglés luego utilizó el trabajo de Picard para revisar sus propios cálculos sobre la gravitación. El hecho de que alguien de la reputación de Newton se refiera al trabajo de Picard de esta manera es la validación final de su valor.
Justo un mes después de su último día de trabajo de campo, Picard, que entonces tenía 62 años, sucumbió a una breve enfermedad el 12 de octubre de 1682 (algunas fuentes dicen incorrectamente que murió varios meses antes).
Durante incontables siglos, la humanidad ha contemplado los horizontes de la Tierra y el mar, contemplando el posible tamaño de este lugar donde habitamos. Se necesitó la perseverancia de un sacerdote francés para dar a esta pregunta universal una respuesta digna.