Cuando el hombre de la foto –de 47 años, natural de Montilla (Córdoba) y con parálisis cerebral– entregó al prefecto de la Congregación para el Clero, Beniamino Stella, una carta para el Papa en la apertura del año jubilar de San Juan de Ávila no se imaginaba que la Pascua le traería un regalo. El pasado lunes por la tarde sonó el teléfono en su casa. Descolgó su madre. Era el Papa. El hombre no puede hablar por su enfermedad, pero pudo escuchar al Papa Francisco con el modo manos libres. Celebró con gestos la llamada. El Papa les dijo que rezaba por ellos y por su familia y les pidió también que oraran por su pontificado. Un bonito gesto del Papa con un hombre que ahora sueña con «poder ser abrazado por el Papa».
Todo comenzó durante el acto inaugural del Año Jubilar de San Juan de Ávila, cuando este montillano saludó al Prefecto de la Congregación para el Clero en presencia del obispo de Córdoba y pidió al cardenal que hiciera llegar al Papa su misiva. En la carta explicaba su voluntad de llegar a conocerlo y relataba cómo es su vida cristiana. A pesar de tener una parálisis cerebral, sus limitaciones no le impiden ser conocido en su entorno como un hombre entusiasta y comprometido con la Iglesia católica.
La llamada se produjo a las 16:45 horas del lunes y fue su madre quién la atendió. Al escuchar la voz del Papa Francisco, la mujer corrió hacia su hijo y activó la función manos libres del teléfono. Él, que no puede hablar, si pudo celebrar con gestos la llamada.
El Papa Francisco le transmitió vía telefónica que rezaba por él y su familia, mientras pidió a madre e hijo que también rezaran por su pontificado. Durante la conversación, la mujer pudo hablarle al Papa de la relación que une a la familia con la madre Adriana, de las Hermanas Carmelitas de Lucena, a las que llegó a telefonear durante la Navidad de 2016. Para ellas, el Pontífice tuvo recuerdos.
La sanación interior tiene un aspecto práctico. ¿Qué es lo concreto que puedo hacer para facilitar que ese encuentro hacia mi sanación sea fructuoso? Te propongo usar las potencias del alma de las que hablan san Agustín y santa Catalina de Siena, y la composición de lugar de san Ignacio de Loyola.
Los pasos principales de la sanación son: reconocer, dimensionar, y -este es el paso central- definir un camino de encuentro con Cristo y conservar ese don en nuestro corazón por medio de la oración.
Para sanar es de suma importancia que echemos mano de las maravillosas potencias del alma o capacidades superiores que nos diferencian de todo lo creado.
Santo Tomás de Aquino habla de facultades: inteligencia y voluntad. San Agustín y santa Catalina, de potencias del alma: Inteligencia, voluntad, memoria.
En nuestro interior tenemos una cierta capacidad para la verdad, para desear poseerla y conocerla. De alguna manera reconocer es llegar a la verdad.
Tenemos esa tendencia o hambre de dirigirnos hacia el bien, de querer lo bueno, eso bueno que se expresa como bondad, belleza, confianza, acogida, etc. También en la voluntad es donde reside la fuerza para hacer efectivas la resoluciones de cambio.
Esta a su vez tiene su propia potencia: la capacidad de elegir lo que quiero recordar. Aquello en lo que tú pases tiempo recordando va a tener un poder especial en tu vida, en ti.
Si te la pasas recordando las cosas oscuras y cosas de dolor, entonces tu vida se vuelve sombría. Al contrario, si te la pasas recordando las bendiciones que tienes, la providencia de Dios, etc. tu vida se vuelve más luminosa.
La maravilla de la memoria es que uno puede elegir qué es lo que quiero que tenga poder en mi vida. El elegir no querer recordar lo negro de mi vida no significa que todo eso se nulifique o llegue a ser mentira en algún momento. Lo que significa es que a esos eventos yo ya no le doy poder y los transformo.
El cerebro humano funciona por medio de conexiones que se llaman sinapsis. Cuando el ser humano pelea, el cerebro nos hace este truco que es recordar aquellas cosas que están en función de la pelea.
Entonces, si una persona me cae mal yo solamente me acuerdo de lo malo. Aquí está el aplicar la potencia, forzar a mi memoria a recordar algo bueno.
Entonces, tenemos estas tres potencias y dependiendo de cómo las utilicemos, los procesos de sanación avanzan o retroceden o se estancan o se cancelan.
¿Cómo puede utilizar uno bien la inteligencia en el proceso de sanación?
Como el apetito de la inteligencia es buscar la verdad, reconociendo con sinceridad y con verdad que tengo un problema.
Como yo tengo inteligencia, utilizo la inteligencia para dimensionar mi problema y para darme cuenta de que no es el problema más grande del mundo.
Como yo tengo inteligencia tengo la capacidad para buscar la comprensión del amor de Dios por medio de su palabra.
La inteligencia debe ser siempre guiada por el Espíritu Santo porque sin oración ni la unción de Dios y sin esa atmósfera de fe que nos da la Iglesia no se puede avanzar.
Con todo esto la inteligencia me va revelando todos esos detalles de Cristo. Y me doy cuenta de que Cristo es mi nuevo alfarero.
Entonces la inteligencia me lleva a la voluntad. Por lo tanto, yo digo voluntariamente desde lo profundo de mi corazón a Cristo:
“Te acepto como Señor de mi vida y quiero que tu modelo es mi existencia. Hay cosas que tienen que cambiar en mí y no sé cómo”.
La inteligencia me va a ayudar a recordar que seguramente mi vida ha tenido episodios de asco, tristes, Sin embargo, también me va a ayudar a recordar que Jesús no tiene asco ni repugnancia de mí. Así como Jesús no tuvo asco ni de leproso, ni de la pecadora.
Entonces cuanto más voy llenado mi inteligencia, voluntad y memoria de la palabra de Dios, está más y más se va a concentrar, no en lo que yo no pude, sino en lo que Cristo puede hacer de mí.
En la medida en que yo trabajo esto, en observar y darme cuenta de los grandes milagros que ha hecho en mí y en otros, en aceptar que su Palabra es eficaz y poderosa en mi memoria, solo habrá certeza de su poder.
Por eso ayuda empeñarnos en santificar nuestra memoria y procurar guardar en el tesoro de nuestra memoria la Palabra de Dios, para que así nuestro proceso de sanación sea aún más profundo.
Para utilizar bien la memoria no nos detengamos en esos pensamientos que nos encarcelan. Es decir, usemos la memoria para lo bueno y no para lo malo.
En esta bonita temporada de alegría y gratitud, una niña de nueve años captura el espíritu pascual. Cuando Bella Smith, de Kentucky, se dio cuenta de que sus compañeros de clase no eran tan afortunados como ella misma y no podían celebrar sus cumpleaños con estilo, la estudiante de tercer grado se arremangó y encontró una solución.
Hace dos años, la alumna de la Escuela Primaria Wyan-Pine Grove -una escuela de Título I, lo que significa que el 80% de los alumnos están empobrecidos- inventó las Cajas de Bella, un kit lleno de artículos de cumpleaños, como la mezcla para pastel, los globos y las chispas.
Y gracias a amables donantes, Bella ha hecho 65 cajas hasta el momento para entregarlas a sus compañeros.
Pero ella no se detiene ahí. La joven compasiva en realidad renuncia a los regalos de aniversario en su propio cumpleaños, prefiriendo que las personas donen a su causa.
Como le explicó a Good Morning America, “agradezco a Dios por la oportunidad de iluminar mi luz”. ¡Y nosotros estamos agradecidos por una lección inspiradora de amor al prójimo de una persona tan joven!
“Queridos hermanos y hermanas: seguimos con nuestra catequesis sobre la quinta petición del Padrenuestro que dice: «como nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Dios ama infinitamente a cada uno de nosotros.
Dependemos totalmente de Él, de quien recibimos todo, la vida del cuerpo y la de la gracia. Y porque sabemos que nos ama, tenemos también la seguridad de que nos perdona, pues somos pecadores y con necesidad de pedirle siempre perdón”, lo dijo el Papa Francisco en la Audiencia General del último miércoles de abril de 2019, continuando con su ciclo de catequesis dedicadas a la oración del Padre Nuestro.
En su catequesis, el Santo Padre recordó que, es el propio hombre el que está en deuda con Dios, nuestra vida no sólo fue querida, sino también amada. “En la Iglesia no hay hombres ‘auto-constituidos’ – precisó el Pontífice – hombres que se hayan hecho a sí mismos. Todos estamos en deuda con Dios y con muchas personas que nos han dado condiciones de vida favorables. Nuestra identidad se construye a partir del bien recibido”.
Por ello, el Papa Francisco dijo que, quien ora aprende a decir “gracias” y pide a Dios que sea benevolente con él o ella. Por mucho que nos esforcemos, queda siempre una deuda insuperable ante Dios, que nunca podremos devolver: Él nos ama infinitamente más de lo que nosotros le amamos a Él.
Además, el Pontífice señaló que, por mucho que nos comprometamos a vivir según las enseñanzas cristianas, en nuestras vidas siempre habrá algo de que pedir perdón: pensemos en los días que pasamos perezosamente, en los momentos en que el resentimiento ha ocupado nuestros corazones. Son estas experiencias, lamentablemente no raras, las que nos hacen implorar: “Perdona nuestras deudas, pidamos perdón a Dios”.
En este sentido, el Santo Padre explicó que, la invocación podría haberse limitado a esta primera parte (Perdona nuestras deudas); en cambio, Jesús la estableció con una segunda expresión que hace una con la primera. La relación de benevolencia vertical por parte de Dios se refracta y está llamada a traducirse en una nueva relación que vivimos con nuestros hermanos.
El Dios bueno nos invita a ser a todos buenos. Las dos partes de la invocación están unidas por una conjunción despiadada: ‘cómo’.
Todo cristiano sabe que el perdón de los pecados existe para él, precisó el Papa, nada en los Evangelios nos hace sospechar que Dios no perdona los pecados de quien está bien dispuesto y pide ser abrazados de nuevo.
El Papa Francisco explicando la fuerza de la gracia divina recordó que, la gracia de Dios, tan abundante, es siempre exigente. Los que han recibido tanto deben aprender a dar tanto, es por ello que en el Evangelio de Mateo, inmediatamente después de darnos el texto del “Padre nuestro”, el evangelista se detiene en la expresión del perdón fraterno.
“Pero esto es fuerte dijo el Papa hablando espontáneamente, a veces he oído a la gente decir: ¡Nunca perdonaré a esa persona! Lo que me hicieron nunca lo perdonaré. Pero Dios, si tú no perdonas, Dios no te perdonará. Tú cierras la puerta. Pensamos, si somos capaces de perdonar, si no perdonamos”.
Narrando la historia de un sacerdote y la confesión una anciana mujer que estaba a punto de morir, el Papa contó que la mujer estaba arrepentida de sus pecados, pero no perdonaba a los demás y el sacerdote se quedaba muy angustiado porque esta mujer cerró las puertas a Dios. “Aquí – precisó el Pontífice – encontramos de nuevo el vínculo entre el amor a Dios y el amor al prójimo. El amor llama al amor, el perdón llama al perdón”.
Asimismo, el Santo Padre presentó otra parábola del Evangelio de Mateo dedicada al perdón fraterno, la parábola del “siervo malvado” que había contraído una enorme deuda con su rey, que le fue condonado completamente. “Una gracia inesperada – afirmó el Papa – pero fue este mismo siervo, inmediatamente después, quien se enojó con uno de sus hermanos que le debía cien denarios y, aunque esta cifra era accesible, no aceptó excusas ni peticiones. Así que, al final, el Amo lo llama y lo condena. Porque si no se esfuerzan en perdonar, no serán perdonados; si no te esfuerzas en amar, ni siquiera serás amado”.
“En la vida – concluyó el Papa Francisco – no todo se resuelve con la justicia, es necesario el amor, por eso Jesús introduce en las relaciones humanas la fuerza del perdón, para que podamos amar «más allá de lo necesario» y no permitir a la venganza del mal propagarse hasta asfixiar al mundo entero. Jesús sustituye «la ley del talión» con la ley del amor: Lo que Dios ha hecho por nosotros, nosotros lo hacemos por nuestro prójimo”.
Dios dona a todo cristiano la gracia de escribir una historia de bondad en la vida de sus hermanos, especialmente aquellos que han hecho algo desagradable y equivocado. Con una palabra, un abrazo, una sonrisa, podemos transmitir a los demás lo más valioso que hemos recibido: el perdón.
Antes de concluir su catequesis, el Santo Padre saludó cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica, en modo particular saludó a los alumnos del Seminario Menor de Tui-Vigo, en su 60 aniversario de fundación, acompañados por su Obispo, Mons. Luis Quinteiro Fiuza.
“Pidamos al Señor que nos dé la gracia de saber escribir una historia de bien en la vida de nuestros hermanos – invocó el Papa – y de transmitirles con gestos de ternura la experiencia del perdón gratuito que Él nos ha dado. ¡Feliz Pascua de Resurrección! Que Dios los bendiga”.
Desde los años 90, investigadores europeos y latinoamericanos en ciencias de la religión afirman que los cambios culturales en los que estamos sumergidos están transformando radicalmente la religión y sus manifestaciones (Mardones, 1999). No son solo cambios en las prácticas y formas, sino un cambio de cosmovisión, un cambio de horizonte mental tan grande que es muy difícil dar cuenta de la magnitud de tal “metamorfosis de lo sagrado” (Velasco, 1999).
La crisis que atraviesan las religiones tradicionales y especialmente el cristianismo en occidente tiene sus raíces en cambios culturales y sociales, tan rápidos y profundos cuyas verdaderas dimensiones escapan a los análisis estadísticos y a genéricas interpretaciones simplistas. Escribían hace más de veinte años los obispos franceses: “Un mundo desaparece y otro está emergiendo, sin que exista un modelo preestablecido para su construcción”.
La complejidad de la situación y los datos aparentemente contradictorios hacen surgir interpretaciones muy diversas. Nadie puede dar cuenta de la totalidad de las causas ni de la profundidad del fenómeno, pero sí pueden hacerse algunas aproximaciones que den cuenta de lo que está sucediendo con la religión en occidente.
Los datos arrojan que decrece a pasos agigantados la pertenencia institucional a las religiones establecidas, especialmente notoria en la Iglesia Católica, aunque las demás iglesias cristianas de origen protestante corren la misma suerte, con la excepción del pentecostalismo que se mantiene.
Hay que tener en claro que el descenso en la práctica institucional de la religión, no va de la mano de un descenso en las búsquedas espirituales, más bien lo contrario. Mientras las iglesias históricas experimentan una grave pérdida de fieles, hay cada vez más personas que se confiesan “creyentes sin religión”, que construyen su propio itinerario espiritual por fuera de las tradiciones religiosas.
Según las investigaciones del Pew Research Center (2014) y de Latinbarómetro (2017) en América Latina los que se definen como católicos han descendido en forma acelerada en los últimos veinte años.
En todo el continente los católicos eran el 80% en 1995 y en 2017 se estima un 57%. El Censo en Brasil muestra que en 1970 los católicos eran el 92% de la población y en 2010 no llegan al 60%. Con la excepción de Paraguay y México, todos los demás países han experimentado esta baja de católicos desde hace décadas. En Uruguay los católicos eran en 1995 el 60% de la población y actualmente no llegan al 38%, siendo este el país más secularizado de América Latina. Si bien en muchos países hace años que se habla del éxodo de católicos hacia las iglesias pentecostales, cada vez más personas engrosan las filas de los “creyentes sin religión”.
Una confusión recurrente es identificar a los católicos nominales, los que responden a los encuestadores: “soy católico”, porque simplemente se identifican culturalmente con una tradición religiosa, pero no necesariamente es un creyente comprometido con esa fe.
De hecho, en el amplio mundo evangélico suelen coincidir los que se confiesan “evangélicos” con los que viven su fe de modo comprometido. Pero no es así en los que se dicen católicos.
Por ejemplo, aunque en Uruguay el 38% se dice “católico”, eso no significa que sean personas que vivan la fe católica de modo comprometido, a veces no pasa de un barniz cultural (haber sido bautizado y haber asistido a un Colegio Católico).
De hecho, la asistencia a misa dominical no supera el 3% de la población. Que haya bautismos y primeras comuniones no asegura que haya creyentes que perseveran en su fe católica. Y la práctica sacramental también ha descendido notablemente. Muchos que han recibido los sacramentos de la Iglesia no tienen la más remota idea de quién es Jesús ni han leído los evangelios, y salen en sus búsquedas espirituales por fuera de la tradición cristiana en el ambiente New Age.
Suelen verse en la prensa muy seguido algunos mitos que no tienen ningún apoyo en la realidad. Entre ellos es la repetida idea de que la causa de que la Iglesia pierda fieles son sus posturas morales “anticuadas” o que está “desactualizada”.
Y con ello se refieren a temas como el aborto o el matrimonio homosexual. Sin embargo, las iglesias evangélicas más liberales que se han “modernizado” en este sentido, han perdido más fieles y no parecen recuperarse.
Las posturas de la Iglesia católica en temas de moral sexual no alejan al creyente de la fe, en todo caso generan menos simpatizantes fuera de sus comunidades. De hecho, muchos pensaban que la simpatía hacia el Papa Francisco y su estilo descontracturado iba a traer más fieles y eso no sucedió. Lo que sucedió es que mucha gente que miraba desde fuera a la Iglesia comenzó a tener más simpatía hacia el catolicismo. Muchos ateos que leen y admiran a Juan Pablo II, a Benedicto y a Francisco, no por eso se hacen católicos.
No se convierten a la fe las personas por la simpatía de los pontífices o por una mayor flexibilidad en cuestiones doctrinales, sino por una experiencia espiritual que transforma sus vidas y los lleva asumir la fe y la moral católica con alegría y convicción. Ese es el caso de la cantidad de conversos adultos al catolicismo en diversidad de movimientos católicos en todo el mundo.
Aclarado este punto, podemos tener presente algunas causas del alejamiento de la fe católica de millones de personas, que por diversas razones no podemos abarcar. Pero entre ellas podemos resumir algunas:
La pérdida de relevancia cultural de la tradición religiosa cuyos valores formaban parte de los supuestos culturales de la sociedad y eran aceptados incluso por los no creyentes. Ahora convivimos en una pérdida de la cultural común, con una gran fragmentación de visiones y en medio de un desarrollado relativismo cultural, ético y religioso. La religión ejercía el monopolio del sentido de la vida de mucha gente y ahora el discurso religioso coexiste junto a otros valores y opciones de sentido, incluso a una extendida naturalización del sinsentido. En los países más secularizados, la religión es vista como una realidad privada, individual y limitada al mundo interior. Su influjo social, político y cultural es cada vez más reducido.
La desinstitucionalización de la religión: “creer sin pertenecer” es el lema de individuos que construyen libremente su itinerario espiritual. La distancia entre lo que la “institución prescribe” y lo que las personas deciden vivir y hacer, es cada vez mayor. La religión que se valora es que se experimenta, sin importar demasiado las doctrinas y cada uno cree lo que le parece.
Ateísmo práctico o indiferencia religiosa: Cada vez más jóvenes crecen en un contexto secularizado sin demasiadas referencias a la religión y prescindiendo de ella, con un importante quiebre con la tradición. No se combate a Dios, simplemente no interesa.
Prejuicio anticristiano: Cuando hay interés por la religión suele ser por religiones orientales o novedades esotéricas, pero hacia el cristianismo hay una visión peyorativa, como religión del pasado y como un cúmulo de dogmas y mandamientos. La visión que muchos tienen del cristianismo no es de un itinerario espiritual que transforma la vida, sino de un código de moral perimido. Este fenómeno es alimentado también por la literatura y el cine contemporáneo cargado de prejuicios con respecto a la fe cristiana.
Secularización interna del cristianismo: Cuando la fe se reduce a valores éticos, a un discurso vaciado del Evangelio, la Iglesia se vuelve una ONG renunciando a su propia vocación misionera de transmisión de la fe y se vacía de su originalidad.
El Cardenal Newman en 1859 había advertido que una fe heredada, pasiva, inercial, “tenida” en lugar de “vivida”, solo conduciría a las personas cultas a la indiferencia y a los más sencillos a la superstición.
Teólogos de mediados del siglo XX como Romano Guardini, Ives Congar y Joseph Ratinzger, anunciaron que el catolicismo disminuiría en número por los efectos de la secularización y que solo volviendo a su columna vertebral de una fe vivida, experimentada y celebrada con alegría podría tener algo que decir a las futuras generaciones. Advertían que quien viva de la nostalgia del pasado puede no ver la oportunidad de renovación y transformación que ofrece el Evangelio en cada tiempo. La Iglesia del futuro -escribía Ratzinger- será una iglesia pequeña y pobre, pero “capaz de ofrecer al mundo vida y esperanza más allá de la muerte”.
Quienes no toman conciencia de las grandes transformaciones socioculturales y la metamorfosis que experimenta la religión, pueden confundir evangelizar con querer recuperar lo perdido, con recuperar hábitos y prácticas tradicionales que solo serán un nuevo barniz que no transforme la vida de las personas.
Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco han insistido en la necesidad de una nueva evangelización que no es adoctrinamiento ni recuperación de una cristiandad que ya no vuelve, sino una conversión de la propia Iglesia que la lleve a transmitir el núcleo de su fe y lleve a los seres humanos de todos los tiempos el tesoro de vida y esperanza que es siempre nuevo, que no es otro que Jesucristo.
La fe no debe confundirse con valores, ni con prácticas piadosas, sino con el encuentro real y transformador con la persona de Jesús. Sin esa experiencia fundamental, todo lo que se construya puede ser una nueva forma de catolicismo nominal, pero no real.
El alma humana tiene una permanencia en él, una cualidad grabada profundamente en nosotros de tal manera que, incluso después de la muerte, hay una transición a una nueva vida. Debido a que es tan fundamental para nuestra identidad, es natural que contemos historias sobre la muerte y la resurrección.
La más grande de estas historias, o como G.K. Chesterton lo diría, la historia de un cuento de hadas que además es cierta, es la resurrección de Jesús en la Pascua. Partiendo de esta verdad histórica y volviendo a ella como un eco, hay innumerables otros cuentos e historias con temas de resurrección.
10 novelas clásicas cuyo tema es la resurrección:
Quiero ser testigo de lo que veo. Revivo cada momento deseando tocar el rostro de Jesús, verlo vivo. Estoy llamado a ser testigo en medio de los hombres. Es lo que realmente hoy cuenta.
Decía el siquiatra Enrique Rojas:
“Tres personas referentes: el profesor enseña una asignatura. Y se queda ahí. El maestro enseña lecciones que no vienen en los libros. Algo que descubre en él que le arrastra. y por encima está el testigo, el que tiene una vida coherente y atractiva. El modelo de identidad perfecto. Una vida encarnada. Te gustaría parecerte a ella. Una vida abierta, ejemplar, una lección abierta”.
El testigo es fiable. Lleva una vida ejemplar. Es creíble porque me habla de su verdad.
Hoy hacen falta maestros y profesores que sean testigos. Que lleven una vida auténtica. Verdadera y fiable.
Hoy el cristianismo se contagiará no a través de buenos predicadores. Es el testimonio coherente el que arrastra.
Sé que hoy muchas personas son capaces de negar las evidencias. Si no lo ven, no lo creen. No creen el testimonio. Les cuesta creer en los testigos.
Lo que le ha pasado al otro no tiene por qué pasarme a mí. Lo que uno ha vivido, no tengo por qué vivirlo yo…
Me tocan más los testimonios de aquellos que viven una vida parecida a la mía. Me llegan menos esas conversiones de los que llevan vidas muy distintas.
Yo quiero dar testimonio. Quiero ser testigo. Necesito haber visto, haber oído, haber estado para poder dar testimonio. Tengo que haber tenido una experiencia que poder contar.
Pedro dice:
“Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección”.
Pedro es un testigo creíble porque ha sufrido la decepción. Porque no ha estado a la altura. Quiso salvar la vida del Maestro. Y acabó negándolo en una noche llena de miedos.
No miente. Cuenta sus negaciones. Describe sus lágrimas derramadas. Su vida honesta hace más creíble su fe en Jesús resucitado.
Es cierto. Aquel que ha vivido lo que dice es más creíble que el que habla sólo desde la teoría. El que ha visto lo que dice es más digno de mi confianza que el que no lo ha visto.
Los discípulos vieron a Jesús muerto. Tocaron su ausencia. Vieron la lápida corrida cerrando el sepulcro y acabando con su esperanza.
Abrazaron el cuerpo ensangrentado de Jesús ya sin vida. Sintieron ese dolor tan hondo de la pérdida. Se sintieron perdidos sin el Maestro.
Pedro, humillado en su traición conocida. Y los otros que no estuvieron al pie de la cruz. No eran capaces de contagiar una mínima esperanza.
Ni siquiera Juan se sentía orgulloso de su comportamiento. No pudieron hacer nada para salvar a aquel al que tanto amaban. Todo estaba perdido. ¿Qué iban a hacer ahora? ¿Cómo era posible esperar contra toda esperanza?
Cuando Jesús entra de nuevo en sus vidas ahora resucitado, ellos se convierten en testigos de algo imposible.
No se aparece a todos para que sea así más fácil contarlo. Sólo se aparece Jesús a algunos. ¿Por qué no a todos?
Jesús buscó sólo a los elegidos. Sólo a los que habían comido con Él antes de su muerte. Los discípulos se convierten entonces en testigos creíbles porque han visto la muerte de Jesús.
Y después han visto su cuerpo vivo. Glorioso. Lleno de vida y con las heridas marcadas en la piel. Su testimonio es digno de confianza.
El testigo da fe de que es cierto todo lo vivido. Mi vida será un testimonio del amor de Dios cuando sea capaz de amar con un amor imposible.
No quiero dar lecciones. No quiero ser un teórico de la salvación. Quiero que mis obras hablen de un amor infinito. Corro buscando el sepulcro vacío. En el que encuentro los sudarios caídos.
A Jesús no lo veo muerto, porque está vivo. Quiero que mis palabras se correspondan con mis actos. Quiero que mi vida entera dé testimonio de un amor infinito.
Jesús ha muerto en mí, por mí, para dar vida al mundo. Necesito tocar a Jesús muerto en mi historia y encontrarlo resucitado para poder hablar de un amor verdadero. Para ser testigo fiable.
¿Cómo ha sido ese encuentro con Jesús muerto y resucitado en mi propia vida? ¿Cómo fue mi conversión? ¿Cómo hablo de ese encuentro mío con Jesús que me ha cambiado por dentro?
Quiero creer en Jesús que me ama con locura. Quiero contar cómo ese amor me ha cambiado para siempre. Soy testigo de Jesús que vive en mí, allí donde dos se aman, en medio de este mundo que anhela la paz.
Se trata del teléferico más alto y, por apenas unos metros, el segundo más largo del planeta. Funciona desde el año 1960. Une a Mérida, en los Andes venezolanos, con uno de los picos más altos, El Pico Espejo, un accidente geográfico ubicado en la Sierra Nevada de la Cordillera Andina, próximo al Pico Bolívar en Venezuela. Posee una elevación de 4.765 msnm y en su cima se ubica la quinta y última estación del sistema Teleférico de Mérida, lo cual hace la montaña más accesible de los grandes picos de la Sierra Nevada de Mérida.
El Pico Espejo es uno de esos extraños lugares en los que una persona puede encontrar paz y silencio en este mundo tan agitado de hoy. Este es uno de los lugares más altos del territorio venezolano.
El ascenso por este teleférico es memorable. Es una maravillosa experiencia la de llegar hasta las proximidades del Pico Bolívar -la más alta montaña del país y una de las más hermosas-, y disfrutar el recorrido a través del Parque Nacional Sierra Nevada. Es un alucinante viaje no apto para quienes sufran de vértigo de altura.
La obra se concluyó en marzo de 1960 gracias al apoyo de mano obrera venezolana y del equipo técnico extranjero dirigido por el especialista francés Maurice Comte. La obra tuvo un costo para el momento de su construcción de 70.000.000 de Bolívares que para la época equivalían a unos 16 millones de dólares. A través de los años el sistema teleférico de Mérida ha sido actualizado asegurándolo y garantizando su continuidad a través de los tiempos.
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No obstante su imponente vista, para algunos sobrecogedora, para otros escalofriante pero para la mayoría sorprendente y única, la sensación de estar tocando a las puertas del Cielo es conmovedora.
Cerrado desde 2008 y reinaugurado en 2016, fue proyectado en 1952 por un grupo de andinistas venezolanos durante el gobierno del General Marcos Pérez Jiménez. La motivación era construir un sistema que facilitara el ascenso a la Sierra Nevada de Mérida. La propuesta fue tomada en cuenta y se procedió a hacer el levantamiento topográfico a fin de desarrollar el proyecto en 1955. Recibió apoyo de Suiza, Alemania y Francia para su monumental construcción.
En 1956 se trazó la ruta final y para el siguiente año ya estaba en funcionamiento el teleférico de carga hasta la estación La Aguada, que serviría de transporte a los materiales necesarios para la construcción de las estaciones.
Las primeras tres estaciones sirven a Barinitas, La Montaña y La Aguada. Al llegar al Pico Espejo, los visitantes de Venezuela y todo el continente disfrutan de las nieves eternas.
En agosto de 2008, el experto suizo Hily Manz y un comité técnico de ese país realizaron una inspección general del sistema, en cuya investigación se determinó que los cables portadores de los vagones estaban a punto de cumplir 50 años, lo que significaba el final de su vida útil. De igual manera se descubrió que una de las torres del sistema presentaba una fisura.
Por recomendaciones de este grupo de expertos europeos el teleférico de Mérida fue cerrado en el mismo mes para resguardar la seguridad de los usuarios. Para el 2010 se emprendió un proceso de modernización, con una fuerte inversión de por medio, para la instalación de nuevas guayas, vagones y dispositivos de seguridad. Se decidió entonces construir un sistema totalmente nuevo.
Las nuevas cabinas disponen de una capacidad para 60 personas, más el cabinero, a diferencia de las antiguas que solo podían trasladar un máximo de 40 ocupantes. El ascenso se hace en cuatro etapas, en cada una de las cuales hay que cambiar de cabina, ya que cada tramo funciona independientemente de los otros.
Son cuatro teleféricos cuyas cabinas se desplazan a una velocidad promedio de 5 m/s gracias a una guaya la cual es movida por el empuje de un motor. Desde el 7 de octubre de 2016, abierto al gran público, viaja allí todo el que lo desea.
El primer tramo va desde el Cañón del Río Chama en desplazamiento desde lo alto y en pos de lo más alto. Se divisan La Meseta de Mérida junto a sus poblados vecinos – Tabay, La Parroquia y Ejido.
El segundo permite apreciar la Selva nublada altiandina hasta los altos páramos, donde emerge el Pico El Toro (4.756 m). También El Parque nacional Sierra Nevada y, hacia el norte, se disfruta del Parque nacional Sierra de la Culata, en pleno corazón de los Andes venezolanos.
El tercer tramo deleita con una visual de los solemnes páramos andinos. Aquí se puede observar más de 86 especies de frailejón, una planta exclusiva de la cordillera de los Andes. Al frente se ve el flanco Norte del Pico Bolívar y, debajo, se observa el camino que conduce hasta la aldea Los Nevados, al otro lado de las montañas.
Está considerada una colosal obra de ingeniería que fue tradicionalmente única en su tipo que podría contar más de 50 años de historia.
Toda una experiencia casi mística que hace innecesario hablar. Se callan los que respetan las alturas y se callan los que quedan sin palabras ante la magnificencia del paisaje; pero el silencio de todos es un tributo a la Creación.
El Pico Espejo es un lugar impresionante, a veces envuelto en neblina y a veces con un sol radiante que tuesta la piel. Es un lugar donde podemos ver el viento pasar, haciendo cabriolas con la nubes al sortear los picos nevados. Es un lugar para ver el horizonte y pensar en lo que queda más allá. Es el techo del mundo en que vivimos.
Como parte del ciclo de noticias “Iglesias cristianas presentes en Tierra Santa”, les presentamos ahora “La Iglesia de Antioquía de los Sirios”.
La Iglesia de Antioquía de los Sirios es parte de las Iglesias orientales católicas, es decir, de las iglesias que pertenecen al Oriente cristiano y comparten las riquezas espirituales con los hermanos de las Iglesias Ortodoxas, viviendo en plena comunión con la Papa.
Aún así hay otras 5 maneras como puedes ayudar a Aleteia
¡Gracias!
El equipo de Aleteia
Ser feliz es nuestro mayor reto en la vida. Es el motor que nos lleva a poner en marcha acciones que nunca habríamos imaginado. Es el naipe que cambiaríamos por el resto de la baraja.
Seguro que ya estamos en camino para ser felices y hemos puesto medios para serlo, pero uno nunca tiene suficiente y resulta muy positivo aprender de la experiencia de otras personas para ser, al menos, un poco más felices.
Raúl Gómez es un viajero aventurero que lleva años paseándose por platós de televisión y por los lugares más insólitos del planeta. Además es runner. Y de todo lo que ha hecho hasta ahora ha ido extrayendo lecciones de vida que finalmente han cristalizado en el libro “La vida mola”.
No pretende ser un gurú espiritual, ni escribir la panacea. Su libro son más bien capítulos de memorias recientes contadas de modo que pueden ayudar a otros que se encuentran en un momento de bajón, de dificultad o enfermedad.
“La vida mola” contiene muchos inputs, pero aquí van las 5 ideas que pueden ayudarnos a cambiar de actitud y de perspectiva para la próxima temporada:
Busca el modo de sonreír, no solo por ti sino porque ayudarás a los demás a llevar mejor la tarea que tienen entre manos. Escucha chistes, trata de ser gracioso al contar las cosas para que los demás disfruten escuchándote. Ante diversos modos de tomarse un asunto, tómatelo de la forma más positiva.
2. Ponerte metas y plazos realistas te evitan una buena cantidad de frustraciones, lesiones y el sentimiento de fracaso innecesario.
Los libros de autoayuda suelen estar cargados de frases grandilocuentes como “tú puedes llegar a la excelencia”. Luego uno se pone a intentarlo y la realidad se encarga de darle un baño considerable. Así que es mejor escarmentar en cabeza ajena. Recuerda que lo normal, lo humano, es equivocarse, no acertar del todo a la primera. Cuenta con otras personas, pide ayuda, trabaja en equipo.
3. Si el plan no funciona, cambia el plan, pero no cambies la meta.
No seas cenizo. Uno puede equivocarse pero para eso existe la posibilidad de volver a la casilla cero. Posición inicial y vuelta a empezar. A pesar de eso, no cambies la meta: tener una familia, por ejemplo. No hay que renunciar a eso por no disponer de medios económicos suficientes. Los grandes corazones tienen grandes planes y al final saben encontrar un atajo. Por el momento, disfruta de las pequeñas victorias de cada día y comparte esa alegría con los que más quieres.
4. Cada uno vive las carreras de forma diferente, las siente suyas, propias, y cada persona tiene un motivo diferente para correr. Y eso hace tan especial cada meta alrededor del mundo.
No te impongas el suplicio de querer imitar en todo a otra persona porque es muy posible que no tenga tu mismo temperamento ni tu carácter. De nada sirve tener envidia de algo o alguien que es inalcanzable. Mira lo que has construido hasta el momento y piensa cómo sacarle el mayor partido.
5. Si algo bueno te pasa, viaja para celebrar. Si algo malo te pasa, viaja para olvidar. Si nada te pasa, viaja para que algo pase.
El viaje es un buen sistema para conocer a otras personas y para conocerse a uno mismo. Nos abre horizontes, nos ayuda a ganar en ilusión y en aprendizaje (de culturas, de historia). Nos reoxigena. Viaja con intención de aprender.