septiembre 2015
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Lecturas: Evangelio San Mateo 7, 1-6; Evangelio San Mateo 24, 45-50

Murmuración, difamación y calumnia

Por Genara Castillo, Profesora de la facultad de Ciencias y Humanidades de la Universidad de Piura.

Una persona que estuvo en una conferencia en que me tocó tratar sobre la convivencia social, me pidió que escribiera un artículo sobre algunos puntos abordados en aquella ocasión: murmuración, difamación y calumnia.

En realidad, estos temas son parte de una serie de atentados o vicios respecto a la justicia, que es una gran virtud social y uno de los fundamentos de una sana convivencia social. Aunque ha pasado tiempo desde aquella conferencia, su contenido sigue vigente, por lo que paso a exponerlo.

La murmuración es la acción de comentar, divulgar o criticar temas en los que no tenemos ingerencia o derecho a entrar. Por ejemplo, el color del edificio del centro de trabajo. Si no es un asunto en el que se nos haya pedido opinión, entonces nos la guardamos. No nos incumbe.

Cuando a uno no le piden la opinión no está obligado a darla, salvo que sea en asuntos de mucha importancia y eso incluso llevaría a hablarlo con la persona en capacidad de arreglar aquel asunto......  y con nadie más.

La difamación consiste en la revelación injusta de defectos ocultos e infamantes de otro. Aclaremos que puede haber una justa revelación de los defectos infamantes de otra persona; esto sucede en el menor de los casos, por ejemplo, tratándose de la gestión pública de políticos o personas que ejercen el gobierno.

En estos casos se debe hacer la denuncia en la instancia correspondiente. Y en general, si uno ve un defecto ajeno debe decirlo a quien esté en condiciones de ayudar y a nadie más. El comentarlo con otros sin más motivo que la murmuración o todavía peor, con el deseo de quitar la fama o dejar mal a alguien es una injusticia.

La calumnia se diferencia de la difamación en que no se trata de sacar de la intimidad esos defectos –reales– y airearlos públicamente, sino que se basa en la mentira y se dice de alguien que ha hecho o dicho tal cosa cuando en realidad no ha sido así. En la difamación se trata de hechos verdaderos; en cambio, en la calumnia, de falsedades. Igual que la murmuración y la difamación, la calumnia es una injusticia, pero su gravedad es mayor porque se trata de un inocente.

Por eso, cuando debido al cargo que uno posee le llegan noticias de hechos o dichos malos de alguien es de justicia elemental tratar de averiguar rigurosamente lo sucedido: escuchar las dos campanadas, conocer bien al campanero, averiguar “todos” los datos pertinentes, pues no hay peores mentiras que las medias verdades.

En general, la convivencia social sufre gran mella con la mentira, que tiene un efecto letal: desune, aísla, sólo la verdad une y acerca. Como toda justicia lleva consigo también la reparación en caso de no haberla vivido.

Es decir que si uno ha sido injusto, ha murmurado o ha calumniado tiene obligación estricta de restituir la buena fama del agraviado. Esto no sólo en atención a librarse de la sentencia evangélica de que “aquel que a hierro mata, a hierro muere”, no es sólo tema de justicia divina, sino también es una sana costumbre en la convivencia social: si uno ha quitado algo a alguien se lo tiene que devolver. Por tanto, si se trata de la fama de otro, hay que ir a aquellos a los que se les ha comentado y decirles: “lo que dije de fulanito no es exacto, me faltaban datos, no averigüé suficiente, me dejé llevar de rumores”, etc.

Pero además de la convivencia social, de sanear los ambientes o elevarlos, hay que restituir por uno mismo, porque intrínsecamente uno se ha hecho mal al obrar mal y la manera de restituir ese orden interior es restituyendo, para que el valor de la justicia se vuelva a poner en su sitial dentro de uno.

De lo contrario, un sujeto se hace malo y si no se arrepiente, con ese corazón abrazará a los suyos y en algún momento escurrirá ese veneno que normalmente tiene motivaciones profundas cuyo desorden hay que arreglar.

Por ejemplo, una de ellas es la envidia, otra el mecanismo de defensa para “tapar” las propias corruptelas, ya que si se embarra a todos, él piensa que lo suyo se justifica, etc. Pero esto tiene mal pronóstico, muchas psicopatologías nacen y se alimentan de envidias, proyecciones psicológicas, deseos inconscientes, etc.

En suma, que por todos lados conviene vivir la justicia, ser muy cuidadosos con la fama ajena y cuando se la haya quitado a alguien habrá que restituirla prontamente. Una sociedad así, es más justa, tiene un nivel más elevado, y propicia un ambiente de nobleza y rectitud  necesarias para que respiren sanamente nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.

¿Qué es la murmuración?

«Os suplico, carísimos hermanos, con todo el afecto de mi alma y por el mucho amor que me profesáis nos dice nuestro venerado padre os afanéis por lograr que reine siempre la caridad entre vosotros. Amaos unos a otros como Cristo os amó'.

 Tened todos un solo corazón y una sola alma. ¡Ojalá pueda decirse de los hermanitos de María como de los primeros cristianos: ¡Mirad cómo se aman!. Es el anhelo más vehemente de mi corazón en el último instante de mi vida».

El amor que el San Marcelino de Champagnat, fundador de los Hermanos Maristas deseaba que se profesasen mutuamente los hermanos, ha de ser efectivo. Pedía, para ello, que se le hiciese consistir especialmente en cuatro cosas:

1a - Prestarse mutuos servicios en cualquier ocasión.

2a - Avisarse caritativamente de los defectos e infracciones de la regla.

3a - Soportarse mutua y caritativamente.

4a - Buscar excusa y manto para los defectos de los demás.

Deseaba que se ocultasen los defectos de los hermanos no sólo a la gente de fuera, sino también a los miembros de la comunidad. Por esa razón dejó una regla que prohíbe a todos los hermanos referir lo que de reprensible haya ocurrido en la comunidad, comunicarse las leves antipatías que hayan podido sentir para con ciertos hermanos y los roces que haya podido haber entre ellos.

«No es menos indispensable agregaba guardar la reputación de los hermanos entre los miembros de la comunidad que frente al público. Un hermano tiene aún más derecho a la estima de sus colegas que a la de la gente extraña. A un religioso desacreditada ante el público, le puede consolar la satisfacción de contar con la estima y confianza de sus hermanos; pero si ha perdido la fama ante los suyos, con quienes se ve obligado a vivir, la estancia en la comunidad se le hace un suplicio: es imposible que la aguante, a no ser que posea una virtud extraordinaria».

A modo de explanación de esa sentencia del venerado padre, nos atrevemos a afirmar:

1. La murmuración es uno de los peores escollos de la vida religiosa.
Uno de los mayores beneficios del estado religioso es que nos pone a cubierto de casi todos los peligros exteriores de ofender a Dios.

 Sin embargo, el hombre es tan débil, que no halla en sitio alguno el remedio infalible y absoluto contra el pecado, ni siquiera contra el pecado mortal. Así, el ángel sucumbió en el cielo, el hombre en el paraíso terrenal, Judas en la compañía de Jesús y de los apóstoles. Es más, confesemos la verdad íntegra: «Hay pecados graves dice Bourdaloue a los que se puede incluso estar más expuesto en la religión que en el mundo; tales son, por ejemplo, el abuso de la gracia, el sacrilegio, los pecados que malhieren la caridad.

En la religión está uno más resguardado contra la avaricia y la ambición; pero está más expuesto a las murmuraciones, quejas, maledicencia, etc. Poco importa perderse por este o por aquel pecado, lo malo es merecer la desgracia de la condenación».

«De todos los pecados afirma san Juan Crisóstomo, el de la murmuración es el que más fácilmente se comete, en el que se incurre con menos remordimiento y por el que se recibirá castigo más severo. Para los demás pecados se necesitan medios externos, extraños a la persona, mientras que la murmuración no necesita más que la voluntad, ni otro instrumento sino la lengua. Por eso se incurre tan fácilmente en esa falta».

San Jerónimo asevera: «Hay muy pocas personas, incluso entre religiosos, que no se dejen arrastrar a la murmuración. Tiene el hombre tal comezón de hablar de todo el mundo y criticar actos ajenos, que incluso los exentos de otros vicios caen en éste como en el último y más peligroso lazo del demonio». Y agrega el santo doctor: «No se crean a salvo los monjes ni digan: No cometemos pecados graves en el monasterio, pues ni somos adúlteros ni homicidas. Os aseguro que cometéis un verdadero crimen cuando denigráis a un hermano: le matáis con la lengua. Feo vicio es no querer callarse y andar de celda en celda murmurando de los demás».

No te acompañes con los detractores (Pr 24,21), dice el Espíritu Santo. ¿Por qué? Porque ese vicio según la Glosa pone a muchos en trance de naufragio.

«¡Ay! exclama san Juan Crisóstomo, con la vista ofuscada para ver los defectos propios, no se ven más que los ajenos, se murmura por el mero placer de murmurar: ¡triste placer! Hay quien va al infierno, no por camino ancho, sino por sendas y desvíos secatones: fiel a los mandamientos difíciles, se condena por los pecados que más fácilmente podría evitar»

En las casas religiosas afirma Saint Jure ocurre con frecuencia esta desgracia: tras haber hablado mal del prójimo, desvelado sus defectos, propalado sus faltas e infamado su conducta, se queda uno con conciencia falsa, errónea: no se hace caso de tal falta, no se confiesa o se confiesa muy superficialmente, sin escrúpulo, contrición ni reparación. Es un engaño grave: se fomentan así pecados secretos y se pone en gran peligro la salvación».

El padre Acquaviva, quinto propósito general de la Compañía de Jesús, en consulta secreta, preguntó a todos los padres de su instituto, de qué modo y por dónde estaban los miembros de la Compañía de Jesús más expuestos a perder la caridad y hacerse reos de pecados graves.

La inmensa mayoría de las respuestas apuntaron al vicio de la detracción. Era la opinión personal del reverendo padre Acquaviva, y estaba tan convencido del riesgo que corre un religioso en ese punto, que recomienda, en un tratado que escribió sobre los remedios para curar los males del alma, que, si uno se ha descuidado en tal materia, no vaya de ningún modo a la cama sin antes haberse confesado.

«En opinión de hombres prudentes y sabios dice Cornelio a Lápide muchas personas se condenan por el pecado de murmuración y calumnia. La maledicencia es tanto más grave y peligrosa cuanto que se la pondera poco y se la toma por una bagatela». 

2. La murmuración es un pecado grave.

La maledicencia según santo Tomás es de por sí pecado grave. La parvedad de la materia o la falta de consentimiento disminuyen la gravedad de ese pecado, pero siempre es pecado venial de los más serios, porque ataca a la caridad y ofende a la justicia.

«A mi juicio opina san Juan Crisóstomo, la malicia del detractor es más grave que la del ladrón. La ley cristiana, en efecto, que tanto se interesa por el amor del prójimo, mira mucho más a las almas que a la bolsa, y la detracción quita al prójimo el más preciado de todos los bienes, la buena fama».

Habrá quien diga: No pongo malicia en ello y lo que digo del prójimo es verdad. «Por muy convencido que estés responde san Juan Crisóstomo de la verdad de lo que afirmas y aunque no te mueva la menor intención de venganza, hieres la caridad, eres culpable. Se te juzgará no por lo que los demás hicieron, sino por lo que tú dijiste».

«Y un agravante más de la falta del detractor sigue diciendo san Juan Crisóstomo es que no le vale excusa alguna». Los demás desórdenes, si bien condenados todos por la razón, pueden disculparse o por lo menos explicarse por ciertas causas que los provocan: el disoluto alega la violencia de su temperamento, el ladrón se escuda en la indigencia, el homicida en el arrebato de la cólera. El detractor no puede presentar ningún pretexto: no le mueve la codicia del dinero, ninguna pasión le ciega. No tiene excusa.

Y, sin embargo, con una sola palabra, el murmurador produce con la lengua una llaga más honda que si le clavara a uno los dientes. Al quitar la fama al prójimo, le hace un daño que nunca podrá reparar. Por eso me atrevo a decir que es más criminal que un asesino, y que le espera un castigo más riguroso.

«La lengua maldiciente dice san Bernardo es una espada, una garrocha; con un solo hálito mata a tres personas: la que murmura, la que escucha y la que es objeto de la maledicencia. Es víbora ponzoñosa que inficiona mortalmente a tres almas».

«Estamos tanto más obligados dice nuestro venerado fundador a evitar cualquier maledicencia cuanto que es facilísimo incurrir en culpa grave al propalar los defectos o faltas de los hermanos: 

«a) Porque, a menudo, una cosa baladí se convierte en falta grave, o al menos va subiendo de tono al pasar de boca en boca y divulgarse.  

«b) Porque cualquier defecto o falta, incluso leve, que se da a conocer, puede hacer concebir mala opinión de un hermano, malquistarle con las personas con quienes vive, robarle su estima y originar desavenencias, discordias, turbación y desorden durante todo un año.

«c) Porque semejante maledicencia puede engendrar contra su autor, en el corazón de la víctima, un odio, una aversión, un resentimiento que no podrán borrarse en muchos años.

«d) Porque dichas faltas se cometen sin escrúpulo, tomándolas por pequeñeces; con frecuencia ni se acusa uno de ellas en la confesión, exponiéndose así a cometer sacrilegios; pues ocurre a menudo que una maledicencia, una palabra contra la caridad, tenida por leve, es pecado mortal. 

«Mírense como se miren, las faltas contra la caridad son, pues, peligrosísimas; por cuya causa, los hermanos han de evitarlas con suma diligencia».

Finalmente, la maledicencia es un pecado que desagrada muchísimo a Dios, como se ve por estas palabras de la sagrada Escritura: El murmurador, y el hombre de dos caras es maldito; porque mete confusión entre muchos que vivían en paz (Eclo 28, 15). Seis son las cosas que abomina el Señor y otra además le es detestable:... el que siembra discordias entre los hermanos (Pr 6, 1619). ¿Quién es el que siembra discordias sino el detractor? Jesucristo rechaza del altar al detractor: Ve primero le dice a reconciliarte con tu hermano, y después volverás a presentar tu ofrenda (Mt 5, 24).

La gravedad de la murmuración se mide:

1.° Por la gravedad de la culpa en que incurre el que murmura y la intención o pasión que le mueve.

2° Por el mal propalado. Es evidente que dar a conocer una falta grave es pecado mayor que si se tratara de una falta leve.

3° Por el número de los que lo oyen. Es obvio que murmurar en presencia de cuatro personas es falta más grave que hacerlo ante una sola.

4° Por los efectos y consecuencias de la murmuración.

5° Finalmente, por la dignidad de la persona contra quien se murmura.

Acerca de este último punto trae Rodríguez una consideración pavorosa. «Enseñan los teólogos dice que el referir una falta leve del prójimo no llega a pecado mortal si se trata de seglares, porque no se les quita fama con semejante manifestación; pero, tratándose de un religioso o de un sacerdote, puede incurrirse en pecado grave. La razón de ello estriba en que algunos pecados veniales causan más deshonra a un eclesiástico o a un religioso, que varias faltas graves a un seglar. 

Al decir de un sacerdote, un párroco, un religioso, un superior, que es mentiroso, falto de juicio, carente de piedad, casquivano, etc., se le perjudica más en el aprecio de los que lo escuchan, que afirmando de un seglar que no observa el ayuno eclesiástico, que no oye misa los domingos, etc.».

La malicia del pecado de murmuración depende, pues, en gran parte, de la dignidad de la persona objeto de la maledicencia. Motivo poderoso para no hablar nunca mal de los superiores ni de los sacerdotes.

3. La murmuración es causa de un sinnúmero de males.

La murmuración es fuente de males. «No hay uno solo que no emane de ella, afirma san Juan Crisóstomo. De ella provienen las riñas, desconfianzas, disensiones, odios, enemistades, la ruina de las familias y el trastorno de los pueblos.

Es lo que nos enseña el Espíritu Santo con estas palabras: La lengua del murmurador ha alborotado a muchos, y los ha dispersado de un pueblo a otro. Arruinó ciudades fuertes y ricas, y destruyó desde los cimientos los palacios de los magnates. Aniquiló la fuerza de los pueblos, y disipó gentes valerosas (Eclo 28, 1618)22.

El murmurador es un hombre temible en una casa: alborota a todos los que en ella viven; es un enredador, un sembrador de cizaña. Según san Bernardo, «es una raposa que todo lo estraga y arruina».

¿Qué opináis de la maledicencia?, preguntaba un monje al santo abad Agatón.

La maledicencia, contestó el santo, es viento abrasador y enfurecido que todo lo derriba y consume, tira al suelo todos los frutos del árbol de la caridad y lo trastorna todo en todas partes.

«El murmurador dice san Bernardo es un apestado, un leproso que pega su achaque a los demás y echa a perder sus almas». «Es un azote público añade san Ambrosio que pasa arrasándolo todo, cual río que sale de madre y asuela totalmente una comarca».

«Los religiosos murmuradores afirma Saint Jure son como las cloacas de una ciudad, a las que van a parar todas las inmundicias, toda la basura.

 Cuantas imperfecciones y faltas hay en la comunidad van a dar a la mente de los religiosos murmuradores; éstos despiden luego una hediondez que inficiona la casa entera; su boca es un sepulcro abierto, repleto de cadáveres que despiden una infección mortal».

¿Sabéis de qué ralea es el que habla mal de los superiores y de los hermanos? De la raza de Cam, tercer hijo de Noé, el cual, en vez de cubrir la desnudez de su padre, se mofaba de ella. Por tal motivo recibió la maldición del padre, como la recibirán de Dios los murmuradores.

El religioso murmurador es el peor enemigo que tienen la unión y la concordia; nada hay más peligroso en una comunidad que un miembro murmurador; una casa religiosa no puede subsistir cuando en ella se tolera la desordenada licencia de hablar mal del prójimo. Porque estaban convencidos de esta verdad, fueron los fundadores tan severos cuando se trataba de la detracción.

«Las casas religiosas decía san Francisco de Asís perecerán si se da entrada en ellas a un vicio tan nefasto. Pido, pues, y prescribo a guardianes y superiores que pongan el mayor empeño en impedir que tan terrible plaga se propague entre nosotros. Y para ello mando que se castigue severamente al hermano que hable mal de otro hermano». ¿Qué penitencia se le habrá de imponer? «Quien despoje de su fama al hermano, se le despojará a él del hábito religioso y se le prohibirá rezar con los hermanos hasta que repare su culpa».

Cuando el abad Pacomio oía a alguien hablar mal del prójimo, se desviaba en el acto y huía del murmurador como se huye de un enfermo rabioso o apestado.

San Bernardo no quería que se retuviera en el convento al religioso murmurador. «Se le ha de castigar dice y despedir, en el caso de que no se enmiende»

San Basilio separaba de la comunidad a los detractores como a enfermos contagiosos, y castigaba severamente a quienes les escuchaban.

San Jerónimo manda que se huya del murmurador como de una serpiente: «Si oís a uno que habla mal de otro dice en la Regla, huid lejos de él, como de una víbora».

«A los religiosos de lengua viperina dice san Alfonso de Ligorio se les ha de echar del convento, o dejarlos toda la vida encerrados en un calabozo; pues perturban el silencio, la devoción, la concordia, la unión y la paz de los demás hermanos. Si se les deja libres, acaban por arruinar la comunidad».

San Agustín había puesto en el comedor una sentencia para avisar que nunca se hablara mal del prójimo. Unos eclesiásticos, que estaban comiendo un día con él, cayeron en esa falta y el santo procuró dar otro giro a la conversación. Al no lograr hacer callar a los culpables con ese reproche indirecto, se levantó y les dijo con santa libertad: «Una de dos: o calláis, o me retiro». 

El hombre murmurador va tejiéndose una vida miserable: se le teme, nadie le tiene simpatía, pasa por este mundo sin amigos verdaderos, porque no tiene caridad. Por esa razón san Pedro, que deseaba la dicha y tranquilidad de todos los cristianos, les escribía: El que de veras ama la vida y quiere vivir días dichosos, refrene su lengua del mal, y sus labios no se desplieguen a favor de la falsedad (1 P 3, 10).

Pero no basta con evitar la detracción. Es preciso, además, no escucharla. «Consentir en la denigración o escucharla es lo mismo», dice san Juan Crisóstomo. «El que murmura agrega san Bernardo tiene el demonio en la lengua, y el que le escucha lo tiene en el oído».

¿Qué se ha de hacer al oír murmurar?

1.° Huir del murmurador y aprovechar el mejor pretexto para dejarle solo.

2.° Incluso reprenderle, si se tiene autoridad sobre él; y, tratándose de un igual, hacerle observar que no obra bien.

3.° Hacerse el desentendido y no prestar atención a lo que se dice, cuando no sea posible retirarse. Para conseguir que se calle el murmurador, también es buen remedio acoger sus palabras con profunda tristeza, pues como dice Beda el Venerable, «si aparentáis alegraros, animáis al murmurador a seguir denigrando; pero si le mostráis tristeza, dejará de contar complacido lo que escucháis apenados».

No hará falta recordar ahora que dar a conocer al superior, conforme a la regla, las faltas o defectos de los hermanos, no es maledicencia sino acto de caridad con miras al bien del prójimo.

Saber callar, saber hablar   

¡Cuánto tenemos que aprender de Jesús! Hablar con valentía y decisión ante la injusticia y el atropello; callar ante la calumnia o la murmuración. ¿Qué debemos hacer para aplicar en la vida ordinaria las enseñanzas del Maestro?

I. Durante treinta años, Jesús llevó una vida de silencio; sólo María y José conocían el misterio del Hijo de Dios. Cuando vuelve de nuevo al pueblo donde había vivido, sus paisanos se extrañan de su sabiduría y de sus milagros, pues sólo habían visto en Él una vida ejemplar de trabajo.

Durante los tres años de su ministerio público vemos cómo se recoge en el silencio de la oración, a solas con su Padre Dios, se aparta del clamor y del fervor superficial de la multitud que pretende hacerle rey, realiza sus milagros sin ostentación y recomienda frecuentemente a los que han sido curados que no lo publiquen...

El silencio de Jesús ante las voces de sus enemigos en la Pasión es conmovedor: Él permaneció en silencio y nada respondió [1]. Ante tantas acusaciones falsas aparece indefenso. «Dios nuestro Salvador -comenta San Jerónimo-, que ha redimido al mundo llevado de su misericordia, se deja conducir a la muerte como un cordero, sin decir palabra; ni se queja ni se defiende. El silencio de Jesús obtiene el perdón de la protesta y excusa de Adán» [2]. Jesús calla durante el proceso ante Herodes y Pilato, y lo contemplamos en pie, sin decir palabra, ante Barrabás y delante de enemigos clamorosos, excitados, vigilantes, sirviéndose de falsos testimonios para tergiversar sus palabras.

 Está en pie ante el procurador. Y aunque le acusaban los príncipes de los sacerdotes, nada respondió. Entonces Pilato le dijo: ¿No oyes cuántas cosas alegan contra ti? Y no le respondió a pregunta alguna, de tal manera que el procurador quedó admirado en extremo [3].

El silencio de Dios ante las pasiones humanas, ante los pecados que se cometen cada día en la Humanidad, no es un silencio lleno de ira, ni despreciativo, sino rebosante de paciencia y de amor. El silencio del Calvario es el de un Dios que viene a redimir a todos los hombres con su sufrimiento indecible en la Cruz. El silencio de Jesús en el Sagrario es el del amor que espera ser correspondido, es un silencio paciente, en el que nos echa de menos si no le visitamos o lo hacemos distraídamente.

El silencio de Cristo durante su vida terrena no es en modo alguno vacío interior, sino fortaleza y plenitud. Los que se quejan continuamente de las contrariedades que padecen o de su mala suerte, quienes pregonan a los cuatro vientos sus problemas, los que no saben sufrir calladamente una injuria, quienes se sienten urgidos a dar continuamente explicaciones de lo que hacen y lo que dejan de hacer, los que necesitan exponer las razones y motivos de sus acciones, esperando con ansiedad la alabanza o la aprobación ajena..., deberían mirar a Cristo que calla.

Le imitamos cuando aprendemos a llevar las cargas e incertidumbres que toda vida lleva consigo sin quejas estériles, sin hacer partícipes de ellas al mundo entero, cuando hacemos frente a los problemas personales sin descargarlos en hombros ajenos, cuando respondemos de los propios actos sin excusas ni justificaciones de ningún tipo, cuando realizamos el propio trabajo mirando la perfección de la obra y la gloria de Dios, sin buscar alabanzas... [4].

Iesus autem tacebat. Jesús callaba. Y nosotros debemos aprender a callar en muchas ocasiones. A veces, el orgullo infantil, la vanidad, hacen salir fuera lo que debió quedar en el interior del alma; palabras que nunca debieron decirse. La figura callada de Cristo será un Modelo siempre presente ante tanta palabra vacía e inútil. Su ejemplo es un motivo y un estímulo para callar a veces ante la calumnia o la murmuración. In silencio et in spe erit fortitudo vestra, en el silencio y en la esperanza se fundará vuestra fortaleza, nos dice el Espíritu Santo, por boca del Profeta Isaías [5].

II. Pero Jesús no siempre calla. Porque existe también un silencio que puede ser colaborador de la mentira, un silencio compuesto de complicidades y de grandes o pequeñas cobardías; un silencio que a veces nace del miedo a las consecuencias, del temor a comprometerse, del amor a la comodidad, y que cierra los ojos a lo que molesta para no tener que hacerle frente: problemas que se dejan a un lado, situaciones que debieron ser resueltas en su momento porque hay muchas cosas que el paso del tiempo no arregla, correcciones fraternas que nunca se debieron dejar de hacer... dentro de la propia familia, en el trabajo, al superior o al inferior, al amigo y a quien cuesta tratar.

La Palabra de Jesús está llena de autoridad, y también de fuerza ante la injusticia y el atropello: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! porque exprimís las casas de las viudas con el pretexto de hacer largas oraciones... [6]. Jamás le importó ir contra corriente a la hora de proclamar la verdad.

San Juan Bautista, cuyo martirio leemos hoy en el Evangelio de la Misa [7], era voz que clama en el desierto. Y nos enseña a decir todo lo que deba ser dicho, aunque nos parezca alguna vez que es hablar en el desierto, pues el Señor no permite en ninguna ocasión que sea inútil nuestra palabra, porque es necesario hacer lo que debe hacerse, sin preocuparse excesivamente de los frutos inmediatos, ya que si cada cristiano hablara conforme a su fe, habríamos cambiado ya el mundo. No, podemos callar ante infamias y crímenes como el del aborto, la degradación del matrimonio y de la familia, o ante una enseñanza que pretende arrinconar a Dios en la conciencia de los más jóvenes...

No podemos callar ante ataques a la persona del Papa o a Nuestra Señora, ante las calumnias sobre instituciones de la Iglesia cuya verdad y rectitud conocemos bien de sobra... Callar cuando debemos hablar por razón de nuestro puesto en la sociedad, en la empresa o en la familia, o sencillamente por la condición de cristianos, podría ser en ocasiones colaborar con el mal, permitiendo que se piense que «el que calla, otorga».

Si los católicos hablasen cuando han de hacerlo, si no contribuyeran con una sola moneda a la difusión de la prensa o de la literatura que causan estragos en las almas, difícilmente podrían sostenerse esas empresas.

Hablar cuando debamos hacerlo. A veces, en el pequeño grupo en el que nos movemos, en la tertulia que se organiza espontáneamente a la salida de una clase, o con unos amigos o vecinos que vienen a nuestra casa a visitarnos; entre los amigos o clientes..., ante un vídeo indecente en el autobús en el que viajamos..., y desde la tribuna, si ése es nuestro lugar dentro de la sociedad. Por carta cuando sea preciso para animar con nuestro aliento o para agradecer un buen artículo aparecido en un periódico o manifestar nuestra disconformidad con una determinada línea editorial o un escrito doctrinalmente desenfocado.

Y siempre con caridad, que es compatible con la fortaleza (no existe caridad sin fortaleza), con buenas maneras, disculpando la ignorancia de muchos, salvando siempre la intención, sin agresividad ni formas cerriles o inadecuadas que serían impropias de alguien que sigue de cerca a Jesucristo... Pero también con la fortaleza con que actuó el Señor.

III. Si en los momentos en que el Bautista vio en peligro su vida hubiera callado o se hubiera mantenido al margen de los acontecimientos, no habría muerto degollado en la cárcel de Herodes. Pero Juan no era así; no era como una caña que a cualquier viento se mece. Fue coherente con su vocación y con sus principios hasta el final.

Si hubiera callado, habría vivido algunos años más, pero sus discípulos no serían quienes primero siguieron a Jesús, no habría sido quien preparara y allanara el camino al Señor, como había profetizado Isaías. No habría vivido su vocación y, por tanto, no habría tenido sentido su vida.

A nosotros, muy probablemente, no nos pedirá Jesús el martirio violento, pero sí esa valentía y fortaleza en las situaciones comunes de la vida ordinaria: para cortar un mal programa de televisión, para llevar a cabo esa conversación apostólica que debemos tener y no retrasarla más...

Sin quedarse en quejas ineficaces, que para nada sirven, dando doctrina positiva, soluciones..., con optimismo ante el mundo y las cosas buenas que hay en él, resaltando lo bueno: la alegría de una familia numerosa, el profundo gozo que produce realizar el bien, el amor limpio que se conserva joven viviendo santamente la virtud de la pureza...

Existe un silencio cobarde, contra el que debemos luchar: el del que enmudece ante quien Dios ha puesto a su lado para que le ayude y le fortalezca en su caminar hacia Dios. Difícilmente podríamos ser valientes en la vida si no lo fuéramos en primer lugar con nosotros mismos, siendo sinceros con quien orienta nuestra alma.

Muchos de nuestros amigos, al ver que somos coherentes con la fe, que no la disimulamos ni escondemos en determinados ambientes, se verán arrastrados por ese testimonio sereno, de la misma manera que muchos se convertían al contemplar el martirio -testimonio de fe- de los primeros cristianos.

Pidamos en el día de hoy, que dedicamos especialmente a Nuestra Señora, que Ella nos enseñe a callar en tantas ocasiones en que debemos hacerlo, y a hablar siempre que sea necesario.

[1] Mc 14, 61.
[2] SAN JERÓNIMO. Comentario sobre el Evangelio de San Marcos, in loc.
[3] Mt 27, 12-14.
[4] F. SUÁREZ. Las dos caras del silencio, en Revista Nuestro Tiempo, nn. 297 y 298.
[5] Is 30, 15.
[6] Mt 23, 14.
[7] Mt 14, 1-12.

Meditación extraída de la serie "Hablar con Dios", Tomo IV, Sábado de la 17ª. Semana del Tiempo Ordinario por Francisco Fernández Carvajal.

Frases celebres sobre la Murmuración

"Si todo el mundo supiese lo que todo mundo dice de todo mundo, nadie hablaría de nadie.": André Maurois

"De lo que se dice en sociedad, lo que importa es que se tenga gracia; lo de menos es que sea verdad.": Jacinto Benavente

"Entre las muchas cosas feas, la más fea es una lengua afilada.": Friederich Von Schiller

"¿Qué no acometiera el poder, si no tuviera delante a la murmuración?": Diego de Saavedra

"Corrientemente más se murmura por vanidad que por malicia.": La Rochefoucauld

"Aquél murmura hoy de aquel que de otro ayer murmuró.": Lope de Vega

"Dejadlos murmurar, pues nos dejan mandar.": Sixto V

"Es querer atar las lenguas de los maledicientes lo mismo que querer poner puertas al campo": Miguel de Cervantes Saavedra

"El malediciente no se diferencia del malvado sino por la ocasión.": Marco Fabio Quintiliano

"Si te vienen a decir que alguno ha hablado mal de ti: no te embaraces en negar lo que ha dicho; responde solamente que no sabe todos tus otros vicios, y que de conocerlos hubiera hablado más.": Epicteto

El octavo mandamiento

El octavo mandamiento de la Ley de Dios dice: No dirás falso testimonio ni mentirás.

Decir falso testimonio es declarar en un juicio algo que no es verdad y perjudica al prójimo.

Mentir es decir lo contrario de lo que se piensa, con intención de engañar.

Jesús nos enseña a decir siempre la verdad. El Sumo Sacerdote le preguntó:  "Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios? y Jesús respondió: Yo soy." (Marcos 14, 61-62). Confesó la verdad, aunque por decirla sufrió tantos ultrajes (maltratos y desprecios) y la muerte.

En otra ocasión dijo Jesús: "Sea vuestro hablar: si, si, o no, no. Lo que excede de esto viene del Maligno." (Mateo 5,37).  Hay que imitar a Jesús, que nunca mintió.

El hombre es por naturaleza un ser social, y eso obliga a ser sinceros: con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Sin verdad, no es posible la buena convivencia entre los hombres. Igual que nos gusta que nos digan la verdad y no nos engañen, debemos ser siempre sinceros.

El mentiroso acaba perdiendo la amistad y la confianza de los que lo rodean. El humor popular ridiculiza la vergüenza de la mentira: antes se coge al mentiroso que al cojo.

2. Respetar la fama de los demás 

La fama es un bien más importante que los bienes materiales. Todos los hombres tienen derecho a su buena fama u honor. Por eso no podemos robar o destruir la fama de los demás. Si se ha perjudicado la fama de alguien hay que reparar en lo posible el daño causado.

Se nos prohíbe la calumnia, que es atribuir al prójimo pecados o defectos que no tiene. Tampoco podemos difundir injustamente los defectos ocultos de los demás. Esto es la murmuración.

Como norma general no hemos de hablar mal de nadie ni pensar mal de los demás. También hemos de guardar el secreto de los demás.

3. Preguntas de los catecismos 

1. ¿Qué ordena el octavo mandamiento?  El octavo mandamiento ordena decir la verdad y respetar la fama del prójimo.

2. ¿Qué prohíbe el octavo mandamiento?  El octavo mandamiento prohíbe la mentira, la calumnia, la murmuración, el falso testimonio y toda ofensa contra el honor y la fama del prójimo.

3. ¿A qué están obligados los que han perjudicado al prójimo en su fama?  Los que han perjudicado al prójimo en su fama están obligados a reparar en lo posible el daño causado.

Propósitos de vida cristiana

- No hablar mal de los demás ni permitir que lo hagan los otros; si se ha faltado reparar en seguida los daños causados.

- Reconocer las propias faltas, sin disculparse. Decir siempre la verdad.

Paz y Bien.

08:07
Ciudad del Vaticano, 30 de septiembre de 2015 (Vis).-Esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha tenido lugar la presentación del Proyecto Baragli, titulado ''On line todo el Magistero Pontificio sobre la comunicación. De Baragli a nuestros días''. Han intervenido el arzobispo Claudio Maria Celli, Presidente del Pontificio Consiglio de las Comunicaciones Sociales, el reverendo Franco Lever, docente emérito de la Facultad de Ciencias de la Comunicación Social de la Pontificia Universidad Salesiana y consultor de ese Pontificio Consejo y Paolo Sparaci, docente de la misma universidad.

''El Pontificio Consejo para las Comunicaciones sociales se complace en apoyar el Proyecto Baragli -afirmó mons. Celli- La finalidad principal del PCCS, de acuerdo con el mandato que le confirió el Concilio Vaticano II, es promover la importancia de la comunicación en la vida de la Iglesia. De hecho, la comunicación no es solo una de las actividades de la Iglesia, sino que es la esencia misma de su vida.... Este proyecto es especialmente valioso, porque reúne y pone a disposición de un público cada vez más amplio una larga tradición de enseñanzas y reflexiones de la Iglesia sobre la centralidad de la comunicación''.

''Los materiales mismos son extremamente significativos, ya que muestran cómo la Iglesia, a lo largo de toda su historia, ha tratado de afrontar los cambios en los medios y de las formas de comunicación que han plasmado la cultura y la sociedad humanas -añadió- Esta colección de textos nos permite apreciar cómo se han transformado en el transcurso de los años los modos y los medios de la Iglesia para expresar su mensaje, teniendo en cuenta los cambios y los desarrollos en las formas y en las tecnologías de la comunicación de masas..... A lo largo del tiempo, emerge un esfuerzo constante por parte de la Iglesia para garantizar que la buena noticia del Evangelio llegue a sus contemporáneos en modos culturalmente apropiados y que realicen plenamente las potencialidades de los nuevos modelos de comunicación y de las tecnologías que se van desarrollando .La publicación de estos materiales on line proporcionará los recursos primarios que permitirán a teólogos y estudiosos de la comunicación profundizar sus reflexiones sobre la manera en la que la Iglesia debe hoy orientar su esfuerzo por compartir su mensaje con todas las personas''.

Por su parte el reverendo Lever explicó que ''Iglesia y Comunicación'' es una ''biblioteca digital online''... que pone a disposición de los usuarios fragmentos escogidos de entre más de 1.100 documentos traducidos a diversos idiomas, del siglo I al XX. Se trata de un “navegador” que guía la exploración de las fuentes disponibles en la red, una plataforma para la lectura y para el estudio personal, un ambiente abierto a la colaboración. Los destinatarios son las personas interesadas en el tema, y, en primer lugar, quienes trabajan en centros de estudio y de formación de la Iglesia y no disponen de una gran biblioteca''.
''Después de varios años de preparación -prosiguió- hoy se publica online la versión beta en lengua italiana, en la dirección www.chiesaecomunicazione.com, con el fin de compartir los resultados alcanzados y recoger sugerencias para preparar la versión definitiva en los próximos meses.

Sin embargo, “Iglesia y Comunicación” continuará siendo un proyecto en construcción que seguirá al menos tres direcciones de trabajo:

-Acrecentar el archivo, no sólo actualizándolo con los próximos documentos del Magisterio, sino también ampliando la tipología para incluir los de las Conferencias episcopales (América Latina, Asia, EE.UU., África, Europa) y las contribuciones especialmente significativas de algunos obispos (por ejemplo, el cardenal Martini). También se añadirán documentos de la Iglesia Ortodoxa y de las Iglesias Evangélicas, en particular los propuestos por el World Council of Churches y por la Iglesia Anglicana.

-Construir una red de colaboradores, indispensable para ofrecer la traducción de los documentos y del conjunto de las notas, así como para alcanzar nuevas fuentes y evaluar su adquisición.

-Ofrecer nuevos instrumentos y metodologías a través de la plataforma de publicación IPERNOTE, que experimenta y propone nuevas tecnologías para la lectura, el estudio y la posibilidad de compartir en la comunidad de los lectores''.

''Este proyecto -finalizó- tiene un referente preciso: una persona y sus obras. La persona es el Padre Enrico Baragli SI (1908-2001), pionero de la Iglesia italiana en el estudio de los “instrumentos de la comunicación social”. La iniciativa nació precisamente del consentimiento que el P. Baragli dio en 1998 a don Franco Lever para que utilizara sus escritos''.

04:45

(RV).- El Papa Francisco trazó un balance de su viaje apostólico a Cuba y a EEUU ante miles de fieles y peregrinos procedentes de diversos países, y que se dieron cita el último miércoles de septiembre en la Plaza de San Pedro para asistir a la audiencia general.

El Papa Bergoglio explicó que este viaje apostólico nació de la voluntad de participar en el VIII Encuentro Mundial de las familias, que había sido programado desde hacía tiempo en Filadelfia.  Y dijo que ese núcleo originario se amplió a una visita a EEUU y a la sede central de las Naciones Unidas; y después también a Cuba, que se convirtió en la primera etapa de su itinerario.

Tras manifestar nuevamente su reconocimiento al Presidente Castro, al Presidente Obama y al Secretario General Ban Ki-moon la acogida que le reservaron, el Santo Padre agradeció de corazón a sus hermanos Obispos y a todos los colaboradores el gran trabajo realizado y su amor a la Iglesia que lo ha animado.

También explicó que se presentó a Cuba como “Misionero de la Misericordia”, y afirmó que la misericordia de Dios es más grande que cualquier herida, que todo conflicto, e ideología.

Después de explicar las etapas de su viaje a Cuba, con su visita al Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, Francisco abordó las etapas de EEUU, cuyo pasaje ha sido emblemático, un puente que gracias a Dios – dijo – se está reconstruyendo. Porque Dios siempre quiere construir puentes, mientras somos nosotros ¡quienes construimos muros!

Y al concluir el balance de las etapas estadounidenses de Washington y Nueva York, hablando de Filadelfia, el Santo Padre afirmó que la familia es el sujeto protagonista de una ecología integral, porque es el sujeto social primario, que contiene en su interior los dos principios básicos de la civilización humana en la tierra: el principio de la comunión y el de la fecundidad.

Y antes de concluir dirigió un fraternal y caluroso agradecimiento a Mons. Chaput, Arzobispo de Filadelfia, por su empeño, piedad, entusiasmo y gran amor a la familia en la organización de este evento mundial. (María Fernanda Bernasconi - RV).

Texto completo de la Catequesis del Papa traducido del original italiano

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La audiencia de hoy es en dos lugares: aquí en la plaza y también en el Aula Pablo VI, donde hay tantos enfermos que siguen la audiencia por la pantalla. Como el tiempo es un poco feo hemos elegido que ellos estén cubiertos y más tranquilos allá. Unámonos unos con otros y saludémoslos.

En los días pasados he realizado el viaje apostólico a Cuba y a los Estados Unidos de América. Esto nació de la voluntad de participar al Encuentro Mundial de las Familias, en programa desde hace tiempo en Filadelfia. Este “núcleo originario” se ha ampliado en una visita a los Estados Unidos de América y a la sede central de las Naciones Unidas, y después también a Cuba, que ha sido la primera etapa del itinerario. Expreso nuevamente mi reconocimiento al presidente Castro, al presidente Obama y al Secretario General Ban Ki-moon por la acogida. Agradezco de corazón a los hermanos Obispos y a todos los colaboradores por el gran trabajo realizado y por el amor a la Iglesia que lo ha animado.

“Misionero de la Misericordia”: así me he presentado en Cuba, una tierra rica de belleza natural, de cultura y de fe. La misericordia de Dios es más grande que cada herida, cada conflicto, cada ideología; y con esta mirada de misericordia he podido abrazar todo el pueblo cubano en patria y fuera, más allá de cada división. Símbolo de esta unidad profunda del alma cubana es la Virgen de la Caridad del Cobre, que hace cien años ha sido proclamada Patrona de Cuba. Fui como peregrino al Santuario de esta Madre de esperanza, Madre que guía en el camino de justicia, paz, libertad y reconciliación.

He podido compartir con el pueblo cubano la esperanza del cumplirse la profecía de san Juan Pablo II: que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba. No más cierres, no más explotación de la pobreza, sino libertad en la dignidad. Este es el camino que hace vibrar el corazón de tantos jóvenes cubanos: no una vía de evasión, de ganancias fáciles, sino de responsabilidad, de servicio al prójimo, de cuidado de la fragilidad. Un camino que trae fuerza de las raíces cristianas de aquel pueblo que ha sufrido tanto. Un camino en el cual he animado en modo particular a los sacerdotes y todos los consagrados, los estudiantes y las familias. El Espíritu Santo, con la intercesión de María Santísima, haga crecer las semillas que hemos sembrado.

De  Cuba a los Estados Unidos de América: ha sido un pasaje emblemático, un puente que gracias a Dios se está reconstruyendo. Dios siempre quiere construir puentes; ¡somos nosotros quienes construimos muros! Y los muros caen siempre.

En los Estados Unidos ha realizado tres etapas: Washington, Nueva York y Filadelfia.

En Washington he encontrado las Autoridades políticas, la gente común, los Obispos, los sacerdotes y consagrados, los más pobres y marginados. He recordado que la más grande riqueza de aquel país y de su gente está en el patrimonio espiritual y ético. Y así, he querido animar a llevar hacia adelante la construcción social en la fidelidad a su principio fundamental, que todos los hombres son creados por Dios iguales y dotados de derechos inalienables, como la vida, la libertad y el perseguir la felicidad. Estos valores, compartidos por todos, encuentran en el Evangelio su pleno cumplimiento, como lo ha evidenciado la canonización del padre Junípero Serra, franciscano, gran evangelizador de la California. San Junípero muestra el camino de la alegría: ir y compartir con los otros el amor de Cristo. Este es el camino del cristiano, y también de cada hombre que ha conocido el amor: no tenerlo para sí mismo sino compartirlo con los otros. Sobre esta base religiosa y moral han nacido y crecido los hijos de los Estados Unidos de América, y sobre esta base pueden continuar a ser tierra de libertad y de acogida y cooperar a un mundo más justo y fraterno.

En Nueva York he podido visitar la Sede central de la ONU y saludar el personal que allí trabaja. He tenido coloquios con el Secretario General y los Presidentes de las últimas Asambleas Generales y del Consejo de Seguridad. Hablando a los representantes de las Naciones, en las huellas de mis predecesores, he renovado el ánimo de la Iglesia Católica a aquella Institución y a su rol en la promoción del desarrollo y de la paz, llamando en particular la necesidad del compromiso armonioso y activo para el cuidado de lo creado. He reafirmado también la llamada a detener y prevenir las violencias en contra de las minorías étnicas y religiosas y en contra de las poblaciones civiles. 

Por la paz y la fraternidad hemos rezado en el memorial de la zona cero, junto a los representantes de las religiones, los familiares de tantos fallecidos y el pueblo de Nueva York, rico en variedad cultural. Y por la paz y la justicia he celebrado la Eucaristía en el Madison Square Garden.

Sea en Washington que a Nueva York he podido encontrar algunas realidades caritativas y educativas, emblemáticas del enorme servicio que las comunidades católicas –sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos- ofrecen en estos campos.

Culmen del viaje ha sido el Encuentro de las Familias en Filadelfia, donde el horizonte se ha ampliado a todo el mundo, a través del “prisma”, por así decir, de la familia. La familia, es decir la alianza fecunda entre el hombre y la mujer, es la respuesta al gran desafío de nuestro mundo, que es un desafío doble: la fragmentación y la masificación, dos extremos que conviven y se sostienen mutuamente, y juntos sostienen el modelo económico consumista. La familia es la respuesta porque es la célula de una sociedad que equilibra la dimensión personal y aquella comunitaria, y al mismo tiempo puede ser el modelo de una gestión sostenible de los bienes y de los recursos del creado. La familia es el sujeto protagonista de una ecología integral porque es el sujeto social primario, que contiene al interno los dos principios base de la civilización humana sobre la tierra: el principio de comunión y el principio de fecundidad. El humanismo bíblico nos presenta este ícono: la pareja humana, unida y fecunda, colocada por Dios en el jardín del mundo, para cultivarlo y cuidarlo.

Deseo dirigir un fraterno y caluroso agradecimiento a Mons. Chaput, Arzobispo de Filadelfia, por su empeño, su piedad, su entusiasmo y su gran amor a la familia en la organización de este evento. Mirando bien, no es una casualidad, sino  providencialmente es que el mensaje, más bien, el testimonio del Encuentro Mundial de las Familias se haya llevado a cabo en este momento desde los Estados Unidos de América, es decir del país que en el siglo pasado ha alcanzado el máximo desarrollo económico y tecnológico sin renegar sus raíces religiosas. Ahora estas raíces piden: volver a partir de la familia para repensar y cambiar el modelo de desarrollo, para el bien de la entera familia humana. Gracias.

(Traducción al español - Mercedes De La Torre - RV).

(from Vatican Radio)

09:48

Ciudad del Vaticano, 29 de septiembre de 2015 (Vis).-Esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha tenido lugar la conferencia de presentación del cd musical “Cantate Domino. La Capilla Sixtina y la música de los Papas” editado por la Deutsche Grammophon. Han intervenido el arzobispo Georg Gänswein, Prefecto de la Casa Pontificia, mons. Massimo Palombella, S.D.B, Maestro Director de la Capilla Musical Pontificia Sixtina, Mark Wilkinson, Presidente de Deutsche Grammophon y Mirko Gratton, Director del sector de Música Clásica de Universal Italia.

''La Capilla Musical Pontificia, también llamada Sixtina, se encuentra entre las instituciones corales más antiguas del mundo y tiene la característica de ser el coro del Papa'', ha explicado el arzobispo Gänswein. Una característica que hace de ella- ya que su servicio se inserta en la vida de la ''Casa del Papa''- una articulación de la Prefectura de la Casa Pontificia cuya misión específica es ser un organismo de servicio totalmente dedicado al Pontifice. ''La Prefectura -prosiguió- es el referente de la Capilla Musical por cuanto respecta a su gestión artística, administrativa y disciplinar. Se trata de una realidad compuesta y articulada formada por 20 cantores adultos, regularmente contratados por la Santa Sede, a la que se suman unos treinta pueri cantores que frecuentan la escuela elemental aneja a la Sixtina. La publicación de un CD musical con la prestigiosa etiqueta Deutsche Grammophon constituye un evento inédito en la historia de la Capilla que atestigua la calidad y profesionalidad que esta institución ha alcanzado gracias al trabajo serio y asiduo bajo la guía del Maestro Director mons. Massimo Palombella''.

El album, publicado el 25 de septiembre, comprende música renacentista compuesta para el coro de la Capilla Sixtina por Palestrina, Lasso y De Victoria, dos cantos gregorianos y dos primeras grabaciones mundiales: el famoso Miserere de Allegri en la versión original según el Codex Sixtino del 1661 y un Nunc dimittis, atribuido a Palestrina, que se canta todavía en las celebraciones papales. ''Cantate domino'', presenta estas piezas como habían sido concebidas: en latín y grabadas en el lugar para el que habían sido compuestas. Para capturar todo el sabor de esta música ejecutada en su ambiente ''natural'', la Deutsche Grammophon instaló en la Capilla un estudio construido ex-profeso. La consola de mezclas se colocó en una antecámera, al lado de la ''Sala del Llanto'' ( donde el Pontifice elegido se viste por primera vez con las vestimentas papales).

''La Capilla Sixtina se consagró en 1483 y desde entonces ha sido el lugar donde ha cantado ininterrumpidamente la Capilla Musical Pontificia- ha explicado mons. Palombella- En estos últimos años, tras un estudio intenso y específico de la música sacra en el Renacimiento y su pertinencia estética, hemos podido hacer frente a una grabación interesante y significativa. Mi esperanza es que estas obras maestras musicales lleguen a millones de personas en todo el mundo para ponerles en contacto con la histórica cultura y la profunda espiritualidad de la Iglesia Católica''.

08:39

Ciudad del Vaticano, 29 de septiembre de 2015 (Vis).-Durante el vuelo de regreso a Roma, al final del viaje apostólico a Cuba y Estados Unidos, el Papa Francisco respondió a diversas preguntas de los periodistas que lo acompañaban en el avión.

El Santo Padre habló en primer lugar de que lo que más le había sorprendido en Estados Unidos era el calor de la gente y su amabilidad. En Washington, dijo, la acogida fue muy calurosa, pero más formal que en Nueva York, donde todo fue más exuberante, mientras en Filadelfia más expresiva. ''Tres modalidades diversas pero la misma acogida''.

También explicó el porqué de su encuentro con el episcopado estadounidense en Washington, donde sintió la necesidad de expresar a los prelados su compasión por los casos de abusos sexuales.''Una cosa horrible -dijo- y muchos sufrieron porque no lo sabían y eran verdaderos hombres de Iglesia, verdaderos pastores... Y yo les dije que lo sabía – y utilicé una palabra de la Biblia, del Apocalipsis,- ''Venís de la gran tribulación''. Porque lo que ha pasado ha sido una gran tribulación...Yo diría casi un sacrilegio...Todos sabemos que hay abusos en muchos lugares, en el ámbito familiar, en la vecindad, en las escuelas, en los gimnasios...Pero cuando un sacerdote comete un abuso es gravísimo, porque la vocación del sacerdote es la de hacer crecer a ese niño o a esa niña hacia ...el amor de Dios, hacia la madurez afectiva. Y en cambio,, lo aplasta, hace el mal..Y no hay que esconderlo, y los que han encubierto estas cosas son también culpables. Es horrible. Y las palabras de consuelo que pronuncié, no fueron como decir: ''Tranquilos, no ha pasado nada''. No, fueron en cambio: ''Ha sido horrible y me imagino que hayáis llorado mucho''. Las palabras iban en esa dirección. Y hablé con dureza''.

Refiriéndose a las víctimas de abusos afirmó que entendía a las que, junto a sus familias, no querían perdonar a los culpables. ''Si, las entiendo. Rezo por ellas y no las juzgo. Una vez, en una de estas reuniones, una mujer me dijo: ''Cuando mi madre supo que habían abusado de mí, blasfemó contra Dios, perdió la fe y murió atea''. Y yo la entiendo. Y Dios que es más bueno que yo la entiende. Estoy seguro de que la ha acogido. Porque lo que habían tocado, lo que habían destruido era su propia carne, la carne de su hija''.

Contestando a una pregunta sobre el proceso de paz en Colombia, manifestó su alegría por la firma del acuerdo en marzo entre las FARC y el Gobierno. ''Cuando lo supe -reveló- pedí al Señor: ''Haz que lleguemos a marzo, que se llegue con esta buena intención'' porque queda alguna que otra pequeña cosa, pero hay voluntad entre las partes. La hay. También del grupo pequeño; los tres están de acuerdo. Hay que llegar a marzo, al acuerdo definitivo. Quedaba el tema de la justicia internacional.. Hablé dos veces con el Presidente Santos de la cuestión. Y la Santa Sede, no solamente yo, está muy abierta para ayudar en todo lo posible''.

Después tocó el argumento de la crisis migratoria hacia Europa. ''Se entra en un estado de crisis después de un largo proceso -observó- Este es un proceso que ha estallado hace años, porque las guerras de las que huye la gente duran desde hace años.. Y el hambre lo mismo...Pienso en Africa, el continente explotado... Y creo que en lugar de explotar a un continente o a un país, o a una tierra, invertir para que la gente tenga trabajo allí evitaría esta crisis. Es verdad es una crisis de refugiados … que no se había visto nunca después de la última guerra mundial, la más grande... Pero los muros se derrumban... Todos los muros se caen, hoy, mañana, dentro de cien años.. Se caerán... No son una solución... El problema permanece y permanece todavía con más odio''.

Respecto a las expectativas del inminente Sínodo sobre la familia y los casos de los católicos divorciados que se han vuelto a casar, así como sobre el Motu Proprio que facilita el proceso de nulidad matrimonial y que según algunos abre el camino a un divorcio católico Francisco dijo: ''En la reforma de los procesos, de sus modalidales, he cerrado la puerta de la vía administrativa, que era por la que podía entrar el divorcio. Y se puede decir a los que piensan que es un divorcio católico que se equivocan porque este último documento ha cerrado la puerta al divorcio que podía entrar -habría sido más fácil- por el camino administrativo... Los Padres Sinodales habían pedido esto: la agilización de los procesos de nulidad matrimonial. Y me detengo aquí. Este documento, este Motu Proprio facilita los tiempos del proceso, pero no es un divorcio porque el matrimonio es indisoluble cuando es un sacramento y esto la Iglesia no lo puede cambiar. Es doctrina. Es un sacramento indisoluble. El procedimiento legislativo es para demostrar que cuando parecía un sacramento no lo era : por ejemplo, por falta de libertad, o por falta de madurez, o por enfermedad mental... Después está el problema de los segundos matrimonios, de los divorciados que se vuelven a casar. Me parece algo simplista decir que... la solución para estas personas es que puedan comulgar. No es la única solución. No, lo que propone el Instrumentum Laboris del Sínodo es mucho más amplio. El problema de las uniones de los divorciados no es el único problema. En el Instrumentum Laboris hay tantos. Por ejemplo, los jóvenes que no se casan, que no quieren casarse. Es un problema pastoral para la Iglesia. Otro problema es la madurez afectiva para el matrimonio. Otro problema es la fe... El Sínodo tiene que pensar muy bien como efectuar la preparación para el matrimonio, es una de las cosas más difíciles.''

Otra cuestión a la que respondió el Santo Padre fue la relativa al derecho a la libertad de conciencia de los funcionarios públicos a la hora de abstenerse de firmar o cumplir procedimientos contrarios a sus convicciones religiosas. ''Yo no puedo tener en mente todos los casos en los que pueda haber objeción de conciencia -dijo- Pero si puedo decir que la objeción de conciencia es un derecho y entra dentro de los derechos humanos. Es un derecho y si una persona no permite que se ejerza la libertad de conciencia está negando un derecho. En todas las estructuras judiciales debe entrar la objeción de conciencia porque es un derecho humano. Si no acabaríamos en la selección de los derechos: este es un derecho de calidad, este no lo es''.

Preguntado por su opinión sobre el bombardeo de las bases de Isis en Siria por parte dela aviación militar francesa contestó: ''No conozco bien la situación. He oido que Rusia tenía una posición, que la de Estados Unidos todavía no estaba clara... No se que decir, de verdad, porque no lo he entendido bien. Pero cuando escucho las palabras ''bombardeo'', muerte, sangre... repito lo que dije en el Congreso y en las Naciones Unidas: Habría que evitar estas cosas. Pero no juzgo la situación política porque no la conozco''.

A continuación respondió a la cuestión de las relaciones de la Santa Sede con China. ''China es una gran nación que aporta al mundo una gran cultura y muchas cosas buenas. Dije una vez, en avión volviendo de Corea, que me gustaría mucho ir a China. Amo al pueblo chino... Espero que haya posibilidades para establecer buenas relaciones... Tenemos contactos... Estamos hablando. Para mí contar con un país amigo como China, con tanta cultura y tantas posibilidades de hacer bien las cosas, sería una gran alegría''.

''¿Veremos alguna vez a mujeres sacerdotes en la Iglesia?'' fue otra de las preguntas formuladas casi al final del coloquio. ''No, no pueden serlo- respondió- El Papa san Juan Pablo II, en tiempos de discusión y después de una larga reflexión lo dijo con claridad. Y no porque las mujeres no tengan capacidad: en la Iglesia son más importantes las mujeres que los hombres, porque la Iglesia es mujer: es ''la'' Iglesia, no ''el'' Iglesia; la Iglesia es la esposa de Cristo y la Virgen es más importante que los papas, que los obispos y que los curas. Pero hay algo que tengo que reconocer: estamos algo retrasados en la elaboración de una teología de la mujer. Tenemos que progresar con esta teología. Esto es verdad''.

''En Estados Unidos se ha convertido en una estrella ¿Es un bien para la Iglesia que el Papa sea una estrella?'' , fue la última pregunta. '' El título que usaban y deben usar los Papas es ''Siervo de los siervos de Dios'' -dijo Francisco- Es algo diferente de ser una estrella...Si, en los medios de comunicación se usa esta palabra; pero hay otra verdad: ¡cuántas estrellas hemos visto que después se apagan y caen! Es algo pasajero. En cambio, ser siervo de los siervos de Dios, es hermoso. No pasa''.

06:24

Comunicación y Misericordia: un encuentro fecundo

La elección del Tema de este año ha estado determinada, claramente, por la celebración del Jubileo Extraordinario de la Misericordia y, sin duda, el Santo Padre ha querido que la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales ofreciese una ocasión propicia para reflexionar sobre la sinergia profunda entre comunicación y misericordia.

En la Bula de Convocación del Año Jubilar, en el número 12, el Papa afirma que “ la Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona” . Y, en el mismo número, el Papa añade: “ Su lenguaje y sus gestos deben transmitir misericordia para penetrar en el corazón de las personas y motivarlas a reencontrar el camino de vuelta al Padre ”.

Parece oportuno recordar, a este respecto, que nos situamos en el contexto de una comunicación que es momento constitutivo de la promoción de la cultura del encuentro.

El Papa en esta ocasión se refiere al lenguaje y a los gestos de la Iglesia; pero en la perspectiva que nos indica, todo hombre y mujer de hoy, en su propia comunicación, en el ir al encuentro de los demás, debe estar animado por una profunda dimensión de acogida, de disponibilidad, de perdón.

El Tema subraya que una buena comunicación puede abrir un espacio para el diálogo, para la comprensión recíproca y la reconciliación, permitiendo de ese modo que florezcan encuentros humanos fecundos. En un momento en el que nuestra atención se dirige a menudo a la naturaleza exasperada y judicante de muchos comentarios en los medios sociales, el tema nos recuerda el poder de las palabras y de los gestos para superar las incomprensiones, para curar las memorias, para construir la paz y la armonía.

Una vez más, el Papa Francisco nos ayuda a redescubrir que en el centro de la comunicación hay, sobre todo, una profunda dimensión humana. Comunicación que no es sólo una tecnología actual o avanzada, sino una profunda relación interpersonal.

La Jornada Mundial de las Comunicaciones, única jornada mundial establecida por el Concilio Vaticano II, se celebra en muchos países, por recomendación de los obispos del mundo, el domingo anterior a la fiesta de Pentecostés (el 8 de mayo en el 2016).

El Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales se publica tradicionalmente en ocasión de la festividad de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas (el 24 de enero).

07:42

Ciudad del Vaticano, 28 de septiembre de 2015 (Vis).-El tercer Mensaje que el Papa Francisco dirige a los jóvenes, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, al igual que los precedentes está dedicado a las bienaventuranzas del Evangelio y tiene como finalidad acompañar a los jóvenes de todo el mundo en el largo y arduo itinerario espiritual hacia Cracovia, donde en el mes de julio del año que viene se celebrará su trigésimo primera edición.

Según informa hoy un comunicado del Pontificio Consejo para los Laicos, las JMJ, herencia preciosa de san Juan Pablo II, se han convertido a lo largo de los últimos treinta años en un potente instrumento de evangelización del mundo juvenil y en una importante ocasión de diálogo entre la Iglesia y las nuevas generaciones. Esta aventura espiritual ha hecho que participaran millones de jóvenes de todos los continentes y ha suscitado en muchos de ellos un profundo cambio de vida, el descubrimiento de una llamada connatural a su ser de jóvenes. Son tantísimas las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada que han madurado después de las JMJ, y son tantos los jóvenes que, después de haber compartido esta experiencia, han decidido unir sus vidas en el sacramento del matrimonio.

En su Mensaje, el Santo Padre remarca que el tema de la XXXI JMJ introduce esta celebración en el corazón del Año Santo de la Misericordia, haciendo que se convierta en ''un verdadero Jubileo de los Jóvenes de ámbito mundial''. Como bien recuerda el Sucesor de Pedro, es la tercera vez que un encuentro internacional de los jóvenes coincide con un Año jubilar. Así sucedió cuando, durante el Año Santo de la Redención (1983/1984), san Juan Pablo II convocó por primera vez a los jóvenes de todo el mundo para el Domingo de Ramos. Después, durante el Gran Jubileo del Año 2000, más de dos millones de jóvenes de unos 165 países se reunieron en Roma para la XV Jornada Mundial de la Juventud. ''Como sucedió en estos dos casos precedentes – dice el papa Francisco – estoy seguro de que el Jubileo de los Jóvenes en Cracovia será uno de los momentos fuertes de este Año Santo''.

El Papa explica a continuación cómo Dios ha revelado su misericordia en la Sagrada Escritura, demostrando su incansable fidelidad y su eterno amor, siempre dispuesto a perdonar. El Nuevo Testamento nos habla de la misericordia como ''síntesis de la obra que Jesús vino a cumplir en el mundo en el nombre del Padre () En Jesús, todo habla de misericordia, es más, él mismo es la misericordia''.

El Santo Padre invita así a los jóvenes a que experimenten en primera persona la misericordia del Señor. Y cuenta: ''A la edad de diecisiete años, un día en que tenía que salir con mis amigos, decidí pasar primero por una iglesia. Allí me encontré con un sacerdote que me inspiró una confianza especial, de modo que sentí el deseo de abrir mi corazón en la confesión. Aquel encuentro me cambió la vida. Descubrí que cuando abrimos el corazón con humildad y transparencia, podemos contemplar de modo muy concreto la misericordia de Dios''.

Después de haber explicado cómo el Señor ejerce su misericordia para con nosotros, el Papa anima a los jóvenes a que ellos mismos se conviertan en instrumento de esa misma misericordia hacia el prójimo. Y les propone, de forma concreta, cómo responder a su llamada: ''Quisiera proponerles que, para los primeros siete meses del año 2016, elijan una obra de misericordia corporal y otra espiritual para ponerlas en práctica cada mes''.

Al final de su Mensaje, el papa Francisco renueva a los jóvenes su calurosa invitación: ''Faltan pocos meses para nuestro encuentro en Polonia. Cracovia, la ciudad de san Juan Pablo II y de santa Faustina Kowalska, nos espera con el corazón y los brazos abiertos. Creo que la Divina Providencia nos ha guiado para celebrar el Jubileo de los Jóvenes precisamente ahí, donde han vivido estos dos grandes apóstoles de la misericordia de nuestro tiempo.() Jesús misericordioso, representado en la imagen venerada por el pueblo de Dios, en el santuario de Cracovia a él dedicado, los espera(). Vayan para decirle desde lo más profundo de sus corazones: “Jesús, confío en ti''.

23:10

(RV).- “Doy gracias al Señor porque me ha concedido ser testigo de la fe del Pueblo de Dios en este País, como ha quedado manifestado en nuestros momentos comunitarios de oración y se puede ver en tantas obras de caridad”. Con estas palabras el Papa Francisco saludó y agradeció a los organizadores, voluntarios y bienhechores del Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia.

En el último evento de la intensa Visita Apostólica del Santo Padre a los Estados Unidos, el Pontífice señaló que su partida lo hacía “con el corazón lleno de gratitud y esperanza”. Luego de agradecer a cuantos hicieron posible su visita; agradeció a las familias que han compartido su testimonio durante el Encuentro, por su “sinceridad y humildad ante el Señor y ante cada uno de nosotros nos han hecho ver la belleza de la vida familiar en toda su riqueza y variedad”.

Pido al Señor que estos días de oración y reflexión, sobre la importancia de la familia para una sociedad sana, afirmó el Obispo de Roma, animará a las familias a seguir esforzándose en el camino de la santidad y a ver a la Iglesia como su segura compañera de camino, independientemente de los desafíos que tengan que afrontar.

Recordando los días transcurridos en los Estados Unidos, señaló que para él, “fue especialmente emotivo la canonización de san Junípero Serra, que nos recuerda a todos nuestro llamado a ser discípulos misioneros”. Así como fue la visita, “junto a mis hermanos y hermanas de otras religiones, dijo el Papa, a la Zona Cero, lugar que nos habla con fuerza del misterio del mal. Sin embargo, tenemos la certeza de que el mal no tiene nunca la última palabra y de que, en el plan misericordioso de Dios, el amor y la paz triunfarán sobre todo”.

“Sus atenciones conmigo y su generosa acogida son signo de su amor y fidelidad a Jesús, agregó el Pontífice. Lo son también sus atenciones para con los pobres, los enfermos, los sintecho y los inmigrantes, su defensa de la vida en todas sus etapas y su preocupación por la familia”. Antes de concluir, el Santo Padre dijo, “quiera Dios que estos días que hemos compartido produzcan frutos abundantes y permanentes; que la generosidad y el cuidado por los demás perduren” y los encomendó al cuidado maternal de María Inmaculada, Patrona de los Estados Unidos.

(Renato Martinez – Radio Vaticano)

Texto del discurso del Papa Francisco

Sr. Vicepresidente,

Distinguidas Autoridades,

Hermanos Obispos,

Queridos amigos:

Los días que he pasado con ustedes se me han hecho cortos. Pero han sido para mí días de mucha gracia y pido al Señor que también lo hayan sido para ustedes. Quiero que sepan que, ahora que me preparo para partir, lo hago con el corazón lleno de gratitud y esperanza.

Estoy muy agradecido a todos ustedes y también a todos los que se han empleado a fondo para hacer posible mi visita y preparar el Encuentro Mundial de las Familias. De manera particular, doy las gracias al Arzobispo Chaput y a la Arquidiócesis de Filadelfia, a las Autoridades Civiles, a los organizadores y a los muchos voluntarios y bienhechores que han colaborado de una u otra manera.

Gracias también a las familias que han compartido su testimonio durante el Encuentro. ¡No es nada fácil hablar abiertamente de la propia vida! Sin embargo, su sinceridad y humildad ante el Señor y ante cada uno de nosotros nos han hecho ver la belleza de la vida familiar en toda su riqueza y variedad. Pido al Señor que estos días de oración y reflexión sobre la importancia de la familia para una sociedad sana, animará a las familias a seguir esforzándose en el camino de la santidad y a ver a la Iglesia como su segura compañera de camino, independientemente de los desafíos que tengan que afrontar.

Al finalizar mi visita, quisiera también agradecer a todos los que han colaborado en la preparación de mi permanencia en las Arquidiócesis de Washington y Nueva York. Para mí fue especialmente emotivo la canonización de san Junípero Serra, que nos recuerda a todos nuestro llamado a ser discípulos misioneros. También lo fue la visita, junto a mis hermanos y hermanas de otras religiones, a la Zona Cero, lugar que nos habla con fuerza del misterio del mal. Sin embargo, tenemos la certeza de que el mal no tiene nunca la última palabra y de que, en el plan misericordioso de Dios, el amor y la paz triunfarán sobre todo.

Señor Vicepresidente, le pido que reitere al Presidente Obama y a los miembros del Congreso mi gratitud, junto con la seguridad de mis oraciones por el pueblo estadounidense. Esta tierra ha sido bendecida con grandes dones y oportunidades. Ruego al Señor para que ustedes sean administradores buenos y generosos de los recursos humanos y materiales que les han sido confiados.

Doy gracias al Señor porque me ha concedido ser testigo de la fe del Pueblo de Dios en este País, como ha quedado manifestado en nuestros momentos comunitarios de oración y se puede ver en tantas obras de caridad. Dice Jesús en las Escrituras: «En verdad les digo que cada vez que lo hicieron con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron» (Mt 24,40). Sus atenciones conmigo y su generosa acogida son signo de su amor y fidelidad a Jesús. Lo son también sus atenciones para con los pobres, los enfermos, los sintecho y los inmigrantes, su defensa de la vida en todas sus etapas y su preocupación por la familia. En todos estos casos se ve que Jesús está en medio de ustedes y que el cuidado de los unos por los otros es el cuidado con que tratan al mismo Jesús.

Ahora que los dejo, les pido a todos, especialmente a los voluntarios y bienhechores que han asistido al Encuentro Mundial de las Familias: No dejen que su entusiasmo por Jesús, por la Iglesia, por nuestras familias y por la familia más amplia de la sociedad se apague. Quiera Dios que estos días que hemos compartido produzcan frutos abundantes y permanentes; que la generosidad y el cuidado por los demás perduren. Y ya que nosotros hemos recibido mucho de Dios –dones concedidos gratuitamente, y no por nuestros méritos–, que también nosotros seamos capaces de dar gratuitamente a los demás.

Queridos amigos, los saludo a todos en el Señor y los encomiendo al cuidado maternal de María Inmaculada, Patrona de los Estados Unidos. Los tendré presentes en mis oraciones a ustedes y a sus familias, y les pido, por favor, que recen por mí. Que Dios los bendiga. ¡Que Dios bendiga a América!

(from Vatican Radio)

10:55

(RV).- En la mañana del domingo el Santo Padre tuvo un encuentro con un grupo de víctimas de abuso sexual por parte de miembros del clero a quienes les expresó su dolor por el hecho de que “su inocencia fue violada por aquellos en quien confiaban”.

Les pidió que no abandonaran la Iglesia y se comprometió a seguir “el camino de la verdad, dondequiera que nos pueda llevar. El clero y los obispos tendrán que rendir cuentas de sus acciones cuando abusen o no protejan a los menores”.

Palabras del Papa a las víctimas de abusos:

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo, estoy muy agradecido por esta oportunidad de conocerles, estoy bendecido por su presencia. Gracias por venir aquí hoy.

Palabras no pueden expresar plenamente mi dolor por el abuso que han sufrido. Ustedes son preciosos hijos do Dios, que siempre deberían esperar nuestra protección, nuestra atención y nuestro amor. Estoy profundamente dolido porque su inocencia fue violada por aquellos en quien confiaban. En algunos casos, la confianza fue traicionada por miembros de su propia familia, en otros casos por miembros de la Iglesia, sacerdotes que tienen una responsabilidad sagrada para el cuidado de las almas. En todas las circunstancias, la traición fue una terrible violación de la dignidad humana.

Para aquellos que fueron abusados por un miembro del clero, lamento profundamente las veces en que ustedes o sus familias denunciaron abusos pero no fueron escuchados o creídos. Sepan que el Santo Padre les escucha y les cree. Lamento profundamente que algunos obispos no cumplieran con su responsabilidad de proteger a los menores. Es muy inquietante saber que en algunos casos incluso los obispos eran ellos mismos los abusadores. Me comprometo a seguir el camino de la verdad, dondequiera que nos pueda llevar. El clero y los obispos tendrán que rendir cuentas de sus acciones cuando abusen o no protejan a los menores.

Estamos reunidos aquí en Filadelfia para celebrar el Don de Dios de la vida familiar. Dentro de nuestra familia de fe y de nuestras familias humanas, los pecados y crímenes de abuso sexual de menores ya no deben mantenerse en secreto y con vergüenza. Esperando la llegada del Año Jubilar de la Misericordia, su presencia aqui hoy, tan generosamente ofrecida a pesar de la ira y del dolor que han experimentado, revela el corazón misericordioso de Cristo. Sus historias de supervivencia, cada una única y convincente, son señales potentes de la esperanza que nos llega por la promesa de que el Señor estará con nosotros siempre.

Es bueno saber que han traído con ustedes familiares y amigos a este encuentro. Estoy muy agradecido por su apoyo compasivo y rezo para que muchas personas de la Iglesia respondan a la llamada de acompañar a los que han sufrido abusos. Que la puerta de la misericordia se abra por completo en nuestras diócesis, nuestras parroquias, nuestros hogares y nuestros corazones, para recibir a los que fueron abusados y buscar el camino del perdón confiando en el Señor. Les prometemos apoyarles en su proceso de sanación y en siempre estar vigilantes para proteger a los menores de hoy y de mañana.

Cuando los discípulos que caminaron con Jesús en el camino a Emaús reconocieron que Él era el mismo Señor Resucitado, le pidieron a Jesús que se quedara con ellos. Al igual que esos discípulos, humildemente les pido a ustedes y a todos los sobrevivientes de abusos que se queden con nosotros, con la Iglesia, y que juntos como peregrinos en el camino de fe, podarnos encontrar nuestro camino hacia el Padre.

(from Vatican Radio)


CAPÍTULO II: LA PARTICIPACIÓN DE LOS FIELES LAICOS EN LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA

1. UNA PARTICIPACIÓN ACTIVA Y CONSCIENTE

La celebración de la Misa, como acción de Cristo y de la Iglesia, es el centro de toda la vida cristiana, en favor de la Iglesia, tanto universal como particular, y de cada uno de los fieles, a los que «de diverso modo afecta, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual. De este modo el pueblo cristiano, “raza elegida, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido”, manifiesta su orden coherente y jerárquico». «El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque diferentes esencialmente y no sólo en grado, se ordenan, sin embargo, el uno al otro, pues ambos participan de forma peculiar del único sacerdocio de Cristo».

Todos los fieles, por el bautismo, han sido liberados de sus pecados e incorporados a la Iglesia, destinados por el carácter al culto de la religión cristiana, para que por su sacerdocio real, perseverantes en la oración y en la alabanza a Dios, ellos mismos se ofrezcan como hostia viva, santa, agradable a Dios y todas sus obras lo confirmen, y testimonien a Cristo en todos los lugares de la tierra, dando razón a todo el que lo pida, de que en él está la esperanza de la vida eterna. Por lo tanto, también la participación de los fieles laicos en la celebración de la Eucaristía, y en los otros ritos de la Iglesia, no puede equivaler a una mera presencia, más o menos pasiva, sino que se debe valorar como un verdadero ejercicio de la fe y la dignidad bautismal.

Así pues, la doctrina constante de la Iglesia sobre la naturaleza de la Eucaristía, no sólo convival sino también, y sobre todo, como sacrificio, debe ser rectamente considerada como una de las claves principales para la plena participación de todos los fieles en tan gran Sacramento. «Privado de su valor sacrificial, se vive como si no tuviera otro significado y valor que el de un encuentro convival fraterno».

Para promover y manifestar una participación activa, la reciente renovación de los libros litúrgicos, según el espíritu del Concilio, ha favorecido las aclamaciones del pueblo, las respuestas, salmos, antífonas, cánticos, así como acciones, gestos y posturas corporales, y el sagrado silencio que cuidadosamente se debe observar en algunos momentos, como prevén las rúbricas, también de parte de los fieles. Además, se ha dado un amplio espacio a una adecuada libertad de adaptación, fundamentada sobre el principio de que toda celebración responda a la necesidad, a la capacidad, a la mentalidad y a la índole de los participantes, conforme a las facultades establecidas en las normas litúrgicas. En la elección de los cantos, melodías, oraciones y lecturas bíblicas; en la realización de la homilía; en la preparación de la oración de los fieles; en las moniciones que a veces se pronuncian; y en adornar la iglesia en los diversos tiempos; existe una amplia posibilidad de que en toda celebración se pueda introducir, cómodamente, una cierta variedad para que aparezca con mayor claridad la riqueza de la tradición litúrgica y, atendiendo a las necesidades pastorales, se comunique diligentemente el sentido peculiar de la celebración, de modo que se favorezca la participación interior. También se debe recordar que la fuerza de la acción litúrgica no está en el cambio frecuente de los ritos, sino, verdaderamente, en profundizar en la palabra de Dios y en el misterio que se celebra.

Sin embargo, por más que la liturgia tiene, sin duda alguna, esta característica de la participación activa de todos los fieles, no se deduce necesariamente que todos deban realizar otras cosas, en sentido material, además de los gestos y posturas corporales, como si cada uno tuviera que asumir, necesariamente, una tarea litúrgica específica. La catequesis procure con atención que se corrijan las ideas y los comportamientos superficiales, que en los últimos años se han difundido en algunas partes, en esta materia; y despierte siempre en los fieles un renovado sentimiento de gran admiración frente a la altura del misterio de fe, que es la Eucaristía, en cuya celebración la Iglesia pasa continuamente «de lo viejo a lo nuevo». En efecto, en la celebración de la Eucaristía, como en toda la vida cristiana, que de ella saca la fuerza y hacia ella tiende, la Iglesia, a ejemplo de Santo Tomás apóstol, se postra en adoración ante el Señor crucificado, muerto, sepultado y resucitado «en la plenitud de su esplendor divino, y perpetuamente exclama: ¡Señor mío y Dios mío!».

Son de gran utilidad, para suscitar, promover y alentar esta disposición interior de participación litúrgica, la asidua y difundida celebración de la Liturgia de las Horas, el uso de los sacramentales y los ejercicios de la piedad popular cristiana. Este tipo de ejercicios «que, aunque en el rigor del derecho no pertenecen a la sagrada Liturgia, tienen, sin embargo, una especial importancia y dignidad», se deben conservar por el estrecho vínculo que existe con el ordenamiento litúrgico, especialmente cuando han sido aprobados y alabados por el mismo Magisterio; esto vale sobre todo para el rezo del rosario. Además, estas prácticas de piedad conducen al pueblo cristiano a frecuentar los sacramentos, especialmente la Eucaristía, «también a meditar los misterios de nuestra redención y a imitar los insignes ejemplos de los santos del cielo, que nos hacen así participar en el culto litúrgico, no sin gran provecho espiritual».

Es necesario reconocer que la Iglesia no se reúne por voluntad humana, sino convocada por Dios en el Espíritu Santo, y responde por la fe a su llamada gratuita (en efecto, ekklesia tiene relación con Klesis, esto es, llamada). Ni el Sacrificio eucarístico se debe considerar como «concelebración», en sentido unívoco, del sacerdote al mismo tiempo que del pueblo presente. Al contrario, la Eucaristía celebrada por los sacerdotes es un don «que supera radicalmente la potestad de la asamblea [...]. La asamblea que se reúne para celebrar la Eucaristía necesita absolutamente, para que sea realmente asamblea eucarística, un sacerdote ordenado que la presida. Por otra parte, la comunidad no está capacitada para darse por sí sola el ministro ordenado». Urge la necesidad de un interés común para que se eviten todas las ambigüedades en esta materia y se procure el remedio de las dificultades de estos últimos años. Por tanto, solamente con precaución se emplearán términos como «comunidad celebrante» o «asamblea celebrante», en otras lenguas vernáculas: «celebrating assembly», «assemblée célébrante», «assemblea celebrante», y otros de este tipo.

2. TAREAS DE LOS FIELES LAICOS EN LA CELEBRACIÓN DE LA SANTA MISA

Algunos de entre los fieles laicos ejercen, recta y laudablemente, tareas relacionadas con la sagrada Liturgia, conforme a la tradición, para el bien de la comunidad y de toda la Iglesia de Dios. Conviene que se distribuyan y realicen entre varios las tareas o las diversas partes de una misma tarea.

Además de los ministerios instituidos, de lector y de acólito, entre las tareas arriba mencionadas, en primer lugar están los de acólito y de lector con un encargo temporal, a los que se unen otros servicios, descritos en el Misal Romano, y también la tarea de preparar las hostias, lavar los paños litúrgicos y similares. Todos «los ministros ordenados y los fieles laicos, al desempeñar su función u oficio, harán todo y sólo aquello que les corresponde», y, ya lo hagan en la misma celebración litúrgica, ya en su preparación, sea realizado de tal forma que la liturgia de la Iglesia se desarrolle de manera digna y decorosa.

Se debe evitar el peligro de oscurecer la complementariedad entre la acción de los clérigos y los laicos, para que las tareas de los laicos no sufran una especie de «clericalización», como se dice, mientras los ministros sagrados asumen indebidamente lo que es propio de la vida y de las acciones de los fieles laicos.

El fiel laico que es llamado para prestar una ayuda en las celebraciones litúrgicas, debe estar debidamente preparado y ser recomendable por su vida cristiana, fe, costumbres y su fidelidad hacia el Magisterio de la Iglesia. Conviene que haya recibido la formación litúrgica correspondiente a su edad, condición, género de vida y cultura religiosa. No se elija a ninguno cuya designación pueda suscitar el asombro de los fieles.

Es muy loable que se conserve la benemérita costumbre de que niños o jóvenes, denominados normalmente monaguillos, estén presentes y realicen un servicio junto al altar, como acólitos, y reciban una catequesis conveniente, adaptada a su capacidad, sobre esta tarea. No se puede olvidar que del conjunto de estos niños, a lo largo de los siglos, ha surgido un número considerable de ministros sagrados. Institúyanse y promuévanse asociaciones para ellos, en las que también participen y colaboren los padres, y con las cuales se proporcione a los monaguillos una atención pastoral eficaz. Cuando este tipo de asociaciones tenga carácter internacional, le corresponde a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos erigirlas, aprobarlas y reconocer sus estatutos. A esta clase de servicio al altar pueden ser admitidas niñas o mujeres, según el juicio del Obispo diocesano y observando las normas establecidas.

Diocesis de Celaya

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